Quieta. Quieta está la jornada. Un soplo de sequedad corta mi garganta. La muerte con ojos idos viene al encuentro de mis pisadas en los pensamientos. Un interrogante me llama, me detiene detrás de un muro desconcertante, rotulado con las cicatrices de la huída. No. No estoy triste solo, descompuesta, desorientada , atraída por el dilema
Dime hija de la tierra. Dime hija del cosmos. Soy yo…escúchame. Con mi capa negra y una escena terminal vengo a los pasos de este hueco donde tu verticalidad se quiebra. Soy yo…la muerte. No preocupes. Converso con la esencia que tu no ves, que nadie observa en el transcurso del tiempo. Una energía mana de ese cuerpo que no percibes, que ignoras. Dime hija de la tierra. Dime hija del cosmos. Soy yo…me la llevo donde las miradas se cierran, donde los ciegos tiemblan ante la llegada, la llegada del adiós.
Sed. Tengo sed. Dame de beber esperanza. Dame de beber repuestas para volver a esta esfera que nos envuelve ¿ha salido el sol? Háblame de las idas tras un pasillo oscuro, tras con cadenas oxidadas y sonoras decir adiós. No, no quiero esa despedida. Sed. Tengo sed. Somos ecos de esta tierra. Somos sombras de nuestra siembra. Somos cuando nuestros ojos abiertos, exhalando segregaciones huellas de la nada.
Dime hija de la tierra. Dime hija del cosmos. Solo los pensamientos entregados a la ida te devolverán su resonar en el tiempo. Mira…mira como su alma envuelve esa habitación que has dejado. No. No la ves pero está aquí. Danzar con el aliento de la vida. Danzar con el tacto del hoy. Danzar con las manos de la alegría. Danzar en el presente. El mañana , ya ves, lo que es. Un cuerpo con ojos de pez. Y tendrás que esperar al sonido de ella cuando tus fuerzas perezcan en el curso de los años ¡Vive¡ hija de la tierra, hija del cosmos.
Sed. Tengo sed. Se figura ante mis secuelas eviternas. Observo cierto movimiento de las ramas de un árbol. Sí, ha salido el sol. Saldré y seré hija que evoca las almas idas. Sed. Tengo sed.
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