jueves, agosto 13, 2020

EL ARMARIO....

 

No sé de la certeza de mis actos. Abro el armario y me introduzco en cada deseo brioso en mis pensamientos. Los guardo como si fueran pequeñas notas de la emoción de los años. El tiempo discurre y puede ser que el armario lo abra.  Pero las estaciones curan las ráfagas vertiginosas de la insonoridad y el armario calla con el ronroneo de lo quieto. Abro el armario, miro la atmósfera que se respira y la congoja viene. Viene con sus huesos cansados, con sus ojos huecos, con sus manos de nieve.  Me yerto, alrededor, la nada. Calma, abrazo mi desnudez, me miro los pies de paso estático y de nuevo cierro puertas.  Aquí, los días parecen lo mismo, una monotonía amenizada por la ida de los pájaros.  No sé de la certeza de mis actos. Vienen con un canto algo triste, algo nostálgico, algo concluido. Abro el armario y batallas inacabables abarcan mi visión,  despecho por lo ajeno obedece a vientres desnutridos y la sed. Hay mucha sed.  Me introduzco de nuevo y en mi razón combate el corazón, y en mis lágrimas lucha una minúscula sonrisa. Me entrego a su oscuridad, una oscuridad doblada en una luz no lejana.  Y me conformo. Y me dejo caer. Y me levanto.  Y me pierdo. Y me busco.  Y me encuentro…

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