sábado, junio 27, 2020

la pardela, la ballena , la isla....




El nocturno. Sí, el nocturno donde las almas humanas descansan después del atropello de sus oscuridades.  El nocturno. Sombras de una luna lúcida da conversación entre una pardela y una ballena blanca. Ahora, cuando todos duermen y ellas son libertad de ser presa de la mano atormentadora.



Pardela :
Acaso, ¿conversas conmigo? Escucho el zumbar de tus movimientos y un ojo que me acecha. Me miras. Ciertamente estás cercana con tu inmensidad. Ciertamente estoy cercana con mi pequeñez. Yo tengo las alas del viento y tu, las alas de las mareas…blancas, muy blancas ¿Me hablas? La noche estrellada y tu ahí, con el brillo de tus carnes observando cada pose de mis plumas. Tu y yo. Yo y tu en medio de este silencio de los humanos.
Ballena:
Acaso, no puedo mirarte? Me gusta cuando te abrazas a la brisa y aleteas como signo de libertad.  Yo , aquí, con la propia, balanceándome al son de las mareas. Sí, los humanos duermen. Es noche de luna acompañada de astro que nos derivan en el destino. Sí, te observo.  La calma, la tranquilidad de tus aleteos al encuentro de tu presa.  Sí, ahora somos libres, más que ellos, nuestra existencia se basa en dejarse llevar por ese instinto donde somos equilibrio con la madre tierra.
Pardela:
Sí, puedes observarme todo lo desees. Esta tierra donde la lucidez se ha vuelto arisca, sublevándose, luchando, arrematando con cada daño, con cada pena. Ellos piensan que no tenemos alma, que si la poseemos anda apagada, que nuestros sentimientos y pensamiento son nulidad, algo neutro. No , por ello cuando la noche llega, una noche de constelaciones esbozando mi vuelo mi llanto recorre estos mares cansados de tanta y tanta miseria. La miseria de ellos.
Ballena:
Acaso ¿somos parte de sus residuos asesinos? Son como veneno que nos convierte en escoria Ah, estás aguas cristalinas. Ah, las arenas de la alegría. Ahora sollozan en una interminable agonía. Aquí, donde habito. Aquí, donde habita la vida. Aquí, donde habita la armonía. Aquí, donde habita los otros, los muertos del abandono. Pero aun nos queda un resquicio de libertad, de un respirar sin  la muerte aplastando nuestros sentidos.
Pardela:
Naveguemos en esta noche de luna llena, de luna blanca a través de las mareas. Tu y yo. Yo y tú en el curso hasta que el crepúsculo del día nos diga adiós.
Y navegan en medio de sus sombras, navegan como belleza en el callar de la noche. Libres, muy libres….Cuando , calladas, se han alejado de tierra en la expansión del océano se encuentra con una isla. Una isla de forma distinta a todas las conocidas en sus memorias, con un brillo azul verdoso que las atrae.  Se aproximan con la cautela de sus sentidos, cuando están cerca de la orilla se miran, una mujer de hojalata sobresale de su centro, entre este y el oeste, entre el norte y el sur. Sorprendidas la examinan , posee un movimiento lento, un movimiento según se yerta el viento. Sorprendidas ante tal acontecimiento la escuchan. Porqué esta isla le gusta dilatarse con los que pasan, según su condición sino sería no más que algo inexistente en el mundo, en la naturaleza apagada.
Isla:
Aquí estoy en mis huesos de mujer. Soy la madre que entrega a los mares sus deseos. Soy la madre que acoge bajo su sombra los espíritus dolidos al encuentro de la calma. Soy la madre de los enamoradas, de los enamorados cuando la paz se juntan en sus labios imposibles. Soy la madre de los deshechos de la condición del vivir. Cada fragmento de mí ha sido consolidado con el veneno que escupen esos seres llamados hombres, llamados mujeres. Aquí estoy, soportando el más vertiginoso de los delirios febriles que los llevaran al caos. No os sienta atraídos por mi brillo, es antinatural, son solo las lágrimas de la impotencia amarradas en las raíces de esta tierra, de este mundo liado a la ida.
Pardela :
No, no puede ser. Tanta destrucción, tanta poca pasión por nuestra madre. Te han hostigado, te aburren y así estas, estática, cada jornada más alta de miseria, de basura penetrando en tu cuerpo de metal.
Ballena:
Han perdido la batalla de la vida bienaventurada. Han perdido la emoción del amor. Han perdido esta tierra, nuestra madre en la dejadez, en pozos malolientes  imposibles de retroceder ¡Oh amiga pardela¡ Gracias que estamos aquí, vivas. Algún plástico atravesará nuestros pulmones y seremos unas más de esta misería, de estas penas sin que a nadie le importe. No llores pardela
Pardela:
Hijos de la nada, de los escoria de sus lenguas. Hijos de la nada, de la penumbra en sus ojos. Hijos de la nada, de la fatiga de nuestros lomos. Hijos de la nada solo, la muerte de este planeta azul.  Están ciegos y lo seguirán, no aprenden, no remedian. Todo se hace tarde.
Isla:
Todo se hace tarde , dices. No, nunca es tarde mientras respiremos. Me gustaría…me gustaría ir decreciendo día a día, hasta no más que ser una isla plana, hasta no más que sumergirme en las profundidades de la inexistencia. Sí, no existir. Creo que se dan cuentan pero no hallan el magia que enhebre de nuevo la dirección de sus vidas. No son estúpidos.  Ahora quisiera despedirme,  os he dejado verme por que sois puros, el daño no tiene cabida en vosotras. Iros…iros a vuestro lugar y no digáis nada. Soy la nada. Soy el vacío. Soy el abismo. Soy lo tenebroso. Soy las brumas de un mañana sino actúan a tiempo. Iros…iros a vuestro lugar y no digáis nada. Soy la nada. Soy el vacío. Soy el abismo. Soy lo tenebroso. Soy el mal sueño de algunos en las noches donde la luna los acecha.

Y la ballena y la pardela se van.  Se van con la caída de sus miradas, retornan de donde vinieron.  Retornan donde la noche hace hueco a las estrellas, donde la luna mece los corazones tendidos en la esperanza.  Y la isla se queda, sola, en su insonoridad de años. Aislada. Formación de errores cargando en su cuerpo de plásticos, de chatarra. Perdida en la inmensidad de la oscuridad.


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