4
Corriendo
y madre nos llamaba, corriente donde el mercado luce sus mejores trajes y madre
llamándonos. Íbamos felices, sin conciencia de los años que estábamos viviendo.
Siempre lo disfrazó, siempre ellos, mis padres bosquejaron sueños del mañana
¡Qué bien lo hicieron¡ ¡Como se quisieron¡ El sin decir palabra alguna, el
asintiendo a todo lo que ella se le ocurriera. Era un buen hombre, trabajador,
luchador de las miserias, de las penas de la postguerra. Callado, reptando solo
su mirada tímida en nosotros con los favores de su esfuerzo para nuestra
educación, para nuestro crecimiento. Ellos eran cómplices de nuestros mañanas,
de esa protección que daría sus beneficios en el tiempo. Ahora me doy cuenta
mientras miro el fondo de esta taza de
porcelana antigua traída por él de algún navío de extrañas latitudes en aquel
entonces para nosotros. Escucho el murmullar de un mirlo, melancólico,
cotidiano. La guerra aun no ha acabado, un mundo abatido es inmersión en un
abatimiento. El hambre aun no ha acabado, un mundo feroz desgarra los ojos de
la nada. La sed aun no ha acabado, agarrados al egoísmo e injusticia arrebatan
con fronteras de hiel. Yo estoy aquí, dejo la taza de porcelana antigua en el
fregadero, abro la llave y cae un agua que destila pureza, frescor. Su sonido
me engulle y me traslada a esa casa donde vivía. Una casa compartida con otras
familias, cada uno en su rincón, en sus habitaciones con un largo pasillo donde
rondaba el eco de cada voz. Voces que no se mezclaban, que apelaban al lejano
contacto. No, no teníamos conciencia en aquellos años de cómo vivíamos.
Familias bajo un mismo techo y extraños a la vez. Sí, éramos extraños cuando
nos encontrábamos en el pasillo, en esa azotea donde la ropa se tendía. Y mis
padres disfrazando el por qué de vivir así. Batallando en cómo salir ciegamente
para nosotros de ese modo de existencia. Y corríamos ….y corríamos hasta las
puertas del mercado y mi madre llamándonos. Ella llevaba la batuta y padre
sonriendo en sus adentros. Pongo una lavadora, el día se presta aún agradable,
acogedor. Porqué no tender en la azotea de mi casa, me digo. No, no pondré la
secadora cuando termine el lavado, me dejare ir con las sábanas blancas por la
brisa de la mañana en la azotea. Veleros entornando en su asta velas que el
viento los llevará donde sea propicio el desembarco. Dejo la taza de porcelana
antigua en el escurridor, me fijo en su diseño, en sus bordes de oro dándole
una pizca de tono a su blancura apagada. Mis párpados se caen y con mis ojos eclipsados
navego en la mano de mí madre, de mis hermanos, de mi padre. Entramos y el
barullo es hermoso y el colorido es lindo y
el movimiento es vida....CONTINUARÁ
No hay comentarios:
Publicar un comentario