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Qué
sociedad tan diferente vivimos ahora ¡Vecina¡ ¡Vecina¡ se acoplan a mí este
jaleo, este grito de uno de los inquilinos que habitaba bajo aquel techo. Salía
al pasillo aquella mujer cuyo nombre no recuerdo, cuyos ojos no llego, cuyo fisionomía
no me viene y llamaba a mi madre
¡Vecina¡ ¡Vecina¡ ¿Cómo está ese mercado hoy? Una mujer que luego se escondía
tras su puerta. Mi madre le dejaba algo de comida en la puerta mientras nos
mandaba a nuestra habitación. Nunca logramos reflejarla en nuestra mirada. Su
misterio me viene, me viene como mujer envuelta en brumas malévolas. Mujer
trajeada de una mala boda con algo que la llevaba al encierro. Nunca la vimos
solo, cuando su cuerpo salió de aquel cuadrado tapado por una sábana manchada
de sangre. Eso es lo único que me queda, una sábana manchada de sangre. Una
sensación estremece mis huesos aquí en esta azotea, en el ahora ¡Siempre¡
¡Siempre¡ ha habido manos groseras sombreando al débil. Aquella mujer
misteriosa ¡Sí¡ ¡Sí¡ escuchábamos o yo escuchaba sus gemidos en las paredes
huecas de aquella casa, unos gemidos que en el hoy me estrangulan de
impotencia. No, no se hacía nada. Teníamos que aguantarnos, mientras duraban mi
madre tarareaba una canción, ponía un disco y fuerte cantaba. Siempre protegiéndonos
de lo desgraciada que era su vida, de aquella vida que un terminó sacándola los
guardias civiles bajo una sábana manchada de sangre ¡Vecina¡ ¡Vecina¡ su tono
de voz era sereno, monótono…es lo único que me queda, su voz. Una voz única,
una voz desatendida por las tempestades de la existencia. Una sábana…manchada
de sangre y debajo su cuerpo inerte, descansando donde los demonios están ausentes. Detrás , esposado, su esposo
¡Vecina¡ ¡Vecina¡ miro mi ropa de cama tendida, sábanas blancas, puras. Hago círculos
en ellas, círculos en el aire de ese ambiente que asfixia a tanta y tantas
personas. La violencia no se rinde, no se acaba en el siglo de los siglos. Todo
sigue igual, el que calla, el sometido, el arrastrado hasta que sus ganas son
presas de la nada de sus estímulos
¡Vecina¡ ¡Vecina¡ la muerte ronda su puerta, la muerte agarra su
garganta y la tritura y la extingue de este mundo , de ese infierno que la
abrazada cada hora, cada minuto, cada día. Me planto en el océano de esta isla,
un mar donde gira y gira las suplicas al olvido. Sí, quiero olvidar pero no,
¡Vecina¡ ¡Vecina¡...CONTINUARÁ
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