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¡Ann¡
Ann¡ mi nombre saboreado por el oleaje incesante no lejos de casa. Un rememoar
del olor intenso a mar me viene. Un olor mezclado con peces, caracolas y algas
y un faro que en la noche, visible, nos quedábamos mirando en su monotonía. Sí,
vivíamos en la isla cerca de la playa. No la apreciábamos, como deberíamos.
Ahora, me quedo intacta en el tiempo y examino, compruebo mi mirada a esa masa
azulada verdosa donde por costumbre íbamos a jugar. También el hoy convivo con ella, pero mi
perspectiva es bien distinta. Un océano que nos aisla, que nos enorgullece, que
nos muestra la sabiduría del paso de los siglos y el ahí, callado, con la conversación
de las olas ¡Uhm¡ Me acerco a la ventana y lo ojeo con cierto cariño, hoy a
amanecido cargado de bravura, con la bandera de prohibido el baño. Y mi que más
me da, siempre me he dado un chapuzón, antes no existía esa señalización y no
pasaba nada…nada , de nada ¡Oh ese mar¡ con su brusco palpitar me caricia en el
día de hoy y me trae el ayer ¡An¡ ¡An¡ mi madre me llamaba. Prepara a tus
hermanos para irnos al mercado, me decía con su vista cansada, con su vitalidad
aun reluciente, con la belleza que ahora llegan hasta a mí. Nos sentamos todos
en la mesa y con el pan crujiente recién traído por mi padre lo untábamos con
mantequilla y mermelada alemanas. Productos que después de la guerra aquí no
existían. Productos apreciados por los que no tenían nada para echarse a la
boca. Mi padre, peluquero de los buques que llegaban a la isla, siempre nos
traía cosas preciosas, vajillas, regalos de sus clientes. Y como no ese pan
crujiente ¡Uhm su olor¡ Aun en mi mente navega su aroma, tan peculiar, tan
exquisito, tan atrayente ¡Ann¡ ¡Ann¡ parece que al fijar la vista al mar que mi
madre me llama de una orilla que no logro distinguir pero siento que me llama.
El sol ansioso de un día primaveral sale y me encuentra, en la ventana. Está
puntilloso, como huyendo de lluvia. Vendrán o no vendrán…vendrán o no vendrán
tanteo. Creo que no , que lo magnífico de la jornada se quedará y todos
abrazaremos su tibieza, esa calidez natural con que nos seduce ¡An¡ ¡An¡
levanto a mis hermanos con la palabra de en que hoy es un día especial y hay
que madrugar , tenemos que aprovechar las horas antes de que la noche nos llame
con sus fogatas y hogueras. Cierro la ventana y me condeno a mis recuerdos, mi
mano comienza a temblar un poco cuando me sirvo el café, en una taza, en una
taza pequeña de porcelana antigua. Sorbo a sorbo mi aliento me evoca el pasado.
Un pasado donde la miseria se veía por cualquier esquina, un pasado donde la
lumbre de noticias desconocidas, apagadas nos daba un buen abrazo a medida que
íbamos creciendo...CONTINUARÁ
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