Esbozo una línea parada en el horizonte. El blanco
de la hoja se enhebra de acuarelas donde la calma rebrota tras el descanso. Ahora, gentes aplauden a sus rejas, a sus
velos, a esas verjas que nos impiden el paso. Un paso en la tranquilidad de
nuevos atardeceres que caen en su roce con la luna. Y yo aquí, pasmada con cada
acontecimiento que prematuramente nos desalma, nos abate en un instante mínimo
para luego ser lucidez. Me meto entre fogones
y hago algo de comer. Siempre ideando, siempre en la quietud de estas
puertas cerradas. Me miro al espejo y
dejo caer mis canas, mis ganas y pausadamente al ritmo de tambores alargo un
baile para mis adentros. Desde mi ventana, un cielo despejado, con sabor a
algunas nubes blancas de la nostalgia. Esbozo una sonrisa parada en el
horizonte y vago como pajarillo picoteando con mis ojos cada rama. Aquí tengo
semillas, las esparzo por el jardín. Me trae sin cuidado las miradas de agujas.
Y mañana vendrán nuevos pájaros que cantaran al ritmo de alegría, libres. Y
pausadamente miro mi piano, me siento y me dejo ir. No hay partituras, solo las
notas del silencio, de la quietud, de la serenidad. Los versos revolotean en
cada una de su teclas y cierro los ojos y me encuentro en que no soy yo, este
exterior de las apariencias, sino las profundidades misteriosas de mis venas.
Esbozo un gesto de complicidad con él y continuamos. Eso mismo, continuar. Tenemos que seguir con
nuestros pasos aunque sean callados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario