Andamos hacia un nuevo sol,
bordado por lágrimas áureas de esperanza. Mientras, seguimos aquí, estáticos,
contemplando el erupcionar de la jornada. Una jornada benevolente, agraciada
por una rutina que se hace soportable, inmensamente desbordante en deseos. Por mis manos pasa la música, pasan los
garabatos, pasan las palabras con el sutil encuentro de mi reconditez y ¿ella
que dice? No tiene nada que conversar, no tiene nada que describir en los actos
del hoy, del ayer. Solo un despecho
racional a esta guerra de la conciencia, de la vida. Pero, me detengo y soy
caricia permeable al mañana. Sí, ese mañana que nos conmueve en la ansiosa
venida con sus chácaras, con sus guitarras, con sus violines, con su piano
manso, calmo. Miro a esta gata que se cruza entre mis pisadas. Me observa y
sigue sus pisadas. Desde un rincón de un
cuarto mis ojos se mueven hacia la ventana, aprecio este gran día. Porqué no,
un día donde la tibieza de las manos nos anima a continuar, nos aplauden en el
eco constante de la espera. Me ducho, me pongo mi mejor traje y frente a un
espejo grito en mi baile, en unos movimientos afrontando a veces la dejadez. Escucho las noticias y en ellas el poder de la
palabra se traduce en una lucha desesperada de contradicciones solo falta
entregar papeletas para un nuevo voto. No entiendo. No llega a mi está desunión
en estos instantes que parecen eternos tan frágiles. Tenemos que arrimar el hombro y lo que hay
es. Procuro despistarme ante los sucesos
de esta cotidianidad y me despisto, me aventuro a ser gaviota a ras de las
mareas, a ser entereza ante la desfachatez de otros. Cara a cara con la
virulencia de esta epidemia. Cara a cara con la sonrisa de un niño. Cara a cara
con la espera, con nuestros rostros cuando en días muy cercanos veamos nuestros
queridos, queridas, aquellos que nos dan un beso como señal complaciente de que
todo ha terminado. Ahora me voy. Sí me voy, sumergida en los pedazos de cielo
puro que me ofrece la ensoñación, el
despierto peinar sobre un océano donde mis ojos rozan con el sabor de la
fortaleza, de impolutos diálogos.
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