Vestida del crepúsculo de la tarde. Astros danzan en mis orejas como luces de un
mañana. Pierdo el tiempo y luego con la
celeridad de sábanas sin planchar me extiendo en el soñar. Aun el sol pestañea
con sus logros, con su tibieza. Una higuera, en el jardín, donde los pájaros de
la tarde caída revolotean con el aliento de sus minúsculas alas. Las sombras de
un mar cercano me alientan, me confina en un horizonte donde mi verticalidad
exhala el jugo del reverdear de nuestros ojos.
Todo cambia, amigo, amiga en el curso de los días. Días de puertas
abiertas a la brisa emotiva de una sonrisa. El fresquillo me hace entregarme y
planeo por los deseos, por el beso de una tierra ahora callada. Me gusta su
silencio. Me gusta su florecer después de los tormentos, después de las
melancólicas voces del dolor. Me gusta su olor. Me gusto su color de arco iris deambulando
por los pastos de la libertad. Y miro esa higuera ¡uhm¡ su aroma, viene a mí
como empeño de continuar por la senda de la insonoridad. Y me visto de crepúsculo con mis pendientes
de astros designando cada anhelo, cada ternura en la caricia invisible, impalpable. Y es que todo ha cambiado…¿cambiado? …todavía
somos eco de veleros del ayer. Vestida
del crepúsculo con pendientes de astros que han bajado para ver nuestros
sueños, nuestras emociones, nuestra existencia tendida en las azoteas de la
bienvenida al viento….al viento. Nos recogemos y el impulso de abrirnos tras
estos muros es corazón cantando a este mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario