Gris. Resaca de lluvias en la tarde, un cielo plomizo cae
sobre mis espaldas y me arrincona donde lo gris mueve mis pisadas. Me incorporo
, ¿Cuántas semanas han pasado de este encierro? Cinco si no cuento mal, miro a
esa gente que con la edad y según de los casos sus vidas han quedado diezmadas,
presas de la incomprensión, de lo insólito de los sucesos. Ellos, con sus memorias retorcidas en el paso
del tiempo ven como oscurece de pronto sus días. Embebidos frente a una
pantalla donde solo malas noticias son viento.
Cinco si no cuento mal. Cinco semanas donde las jornadas se cosen con el
poder de nuestra reconditez, de nuestros pensamientos besando el soñar. Una pizca de claridad penetra entre la
persiana de mi ventana y quizás sea esa luz la cura de esta enfermedad. Son
muchos muertos, son muchas almas heridas por una despedida nula, a lo lejos,
donde un retrato conservado en algún bolsillo agujereado los guarda, sin irse.
Vago en esta caída de la tarde con mis esperanzas, con mi lucidez, con mi
enojo, con mis contradicciones de lo que será el mañana. Y miro
por esa persiana donde nubarrones borran mi sonrisa. Gris. Sí, es un día gris.
Pero hemos de despertar de alguna manera,
de esta mala pesadilla, de esta cobardía atando nuestras piernas, nuestras
manos. No me dejo abandonar, sigo en la
verticalidad de los sentidos. Ante mi, una pared, dibujos y dibujos evadiéndote
de la realidad. Me escondo y cuando nadie me ve bailo con la música de la alegría.
Entre tanto mis ojeras son felices pinceladas de libertad. Sí, de libertad.
Gris. Sí, es un día gris. Las olas rondan mar de fondo, los pasos se eclipsan
en la sombra de una esquina y puede ser que volemos en los misterios de
nuestras profundidades. Cinco si no
cuento mal. Ayer día de la tierra, esta tierra tomando el mando con sus mudos
estallidos. Hoy, eclosión de lecturas al gusto de los sueños. Gris. Cierro la
persiana de mi ventana y dejo que una lámpara de luz calidad me acoja en la
ventura de ser.
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