Las ventanas se abren, un
colorido desfile en sus cantos de mirlos acuden. Un cielo gris con algún rayo
fugaz de sol nos embelesa mientras recurrimos a ella. Hoy despertamos con la
batalla aun presente, con las manos vacías, con las bocas cerradas intentado
persuadirla. Dibujamos arco iris imaginarios donde el eco de la insularidad nos
protege en el reboso de las mareas, azules, verdes. Busco bajo los ojos
ausentes y me encuentro, hallo esa reconditez acaso herida, acaso victoriosa
con ojeras hilándose con el paso de las semanas, de los días. Ojeras que se
borraran cuando todo haya terminado. La calma me exprime, me nutre, me desnuda
y calada de frío me siento frente un espejo. Busco bajo la piel eclipsada en el
transcurso de las horas. Busco bajo el
sudor extinguido a la vez que mis
pensamientos, mi razón me llevan al mañana. Un mañana donde el resonar de
pianos danzara a la vida. Busco bajo las ramas donde un herrerillo se deja
mirar. Busco a través de las pisadas, lejanas, en las aceras de la insonoridad.
La nada brota en mi mirada ensimismada, un túnel cuya luz se aproxima me avisa
de la próxima estación, de la próxima parada donde los cuerpos se rozan, se ruborizan con el jaleo de la
existencia ¿Cómo cambian las cosas? Todo cambia, sin embargo nosotros nos
reflejamos en la manía de una sangre que corre por nuestras venas, inalterable,
con los mismos sentidos vagando de que tal vez cuando la puertas se abran
podamos ser ojos en el espacio de la lumbre.
Las ventanas se abren, la oscuridad aun es presente, es cercanía
arrojándonos a un baile en círculos aislados. Pero, aquí estamos, con la
vitalidad de quien se engendra bajo las secuelas de las sombras. Las ventanas se abren ¡Ay esos mirlos¡ nos
movemos en el momento preciso donde nuestros maneras conversan con el
esplendor. Busco bajo el sudor de una fisionomía a lo lejos luchadora,
consecuente con las prisas porque venga un nuevo amanecer. Busco bajo las
noticias de la espera, una espera que se hace asentamiento en mis sentidos pero
sin embargo las ventanas se abren, me quedo con esos mirlos hablando al cosmos.
Busco bajo el sueño que me posee y
corriendo canto una canción alegre, llena de vigor en la templanza de mis
cimientos. Las ventanas se abren, es la
tarde y la musicalidad de los pájaros no me dejan, me acompañan en estos pasos
sin rumbo cierto, solo, lo repetitivo de nuestros actos complacidos por una
soledad no melancólica, no gris, no penosa sino alborotada por los deseos.
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