Marzo, ondulantes
mares donde la huída pasea por nuestros ojos cerrados. Sí, ojos cerrados al encuentro de la verdad.
Marzo, se vuelve repetitivo en el suceso de los años, ahora, alejados en las
ojeras de la memoria. Hace frío, un
invierno tardío concilia el sueño de los almendros donde se sana las
desavenencias de las pisadas. Marzo, un campo de refugiados abocados a la
gangrena de nuestra mirada despectiva. Vuelan las aves y el frío se entorna en
navajazos contra la existencia. Marzo, aquí, la isla. Una isla habitada por el
silencio ante las fronteras de balas rajando la inocencia, torturando el éxodo por un incomprensible despecho. Ojos cerrados y el desvanecimiento de las
palabras ¡No¡ no hay palabras, la conversación gira en torno de hogueras que se
apagan. Marzo, abrázame fuerte compañera que los gritos de la nada retumban en una
sepultura de ojos blancos, de manos cansadas, de espaldas arrojadas al vacío.
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