Espiro
e inspiro….espiro e inspiro por los adentros de las puertas. Día cuarto del confinamiento, de la
emergencia sanitaria. Por mis venas pasan la masa de refugiados, de las guerras
inacabadas, del hambre brotado en esta esfera. Ya he salido con Kenia, una perrita del
incendio del pasado verano. Ella es desinquieta y a la vez todo cariño,
ternura. Me paro, una detención por los
hermanos en injusticia. Sí, porque somos hermanos de las raíces de esta tierra
que pisamos. Todavía no he escuchado nada sobre ese virus ingeniado que ha roto
con el hoy, con el pasado y la frontera se censura. Tiemblo, un temblor que va
más allá de este episodio crítico en la civilización. Una punzada de dolor me
provoca, me revuelve en los hondos pasillos de mi vientre y en mi cerebro
existe una lucha con aquellos que el viento lleva a la libertad, a sus sueños,
a sus deseos. Tendré que olvidar, por un
instante que se hace eterno entre estas paredes blancas, en este cuarto donde
los días se enredan con las resecas miradas, con el roce huido. Llueve, una cortina liviana se levanta contra
nosotros. Una cortina que nos convierte en calles anuladas, en un asfalto donde
los pasos se pierden. Espiro e inspiro…espiro e inspiro ¡olvidar¡ en la
brevedad de nuestro silencio que será un grito cuando todo termine…cuando todo
termine.
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