sábado, febrero 08, 2020

TIC-TAC...



Tic-tac, el reloj encima del piano marcaba su pulso. Tic-tac, sus manos se extendían, se encogían e intentaba recordar la última nota para el curso de su creación, de su música. Delante de ella un espejo donde orbitaba cada uno de sus movimientos. Tic-tac, el crepúsculo de la mañana emancipaba las nubes y un sol en su entereza daba a sus espaldas a través de la ventana. Tic-tac, ella por unos momentos atracaba donde sus pensamientos la llevaban al amor. Tic-tac, la recorrió como velero naufragado donde las alas doradas del adiós nos permite avistarlo por última vez. Tic-tac, y se enamoro otra vez mientras sus dedos desfilaban por las teclas. Ella, mujer de la lucha, mujer de las soledades, mujer de las insonoridades despertaba en una imagen crecida en su memoria, siempre la misma. Tic-tac, se concentró en su música, una música de pequeñas canciones poéticas. Sí, eran pequeños poemas sin palabras, sin letras que diera alguna tecla, simplemente, libres a las emociones de los que en un mañana la escuchasen. Tic-tac, el reloj encima del piano dio el mediodía y ella paro, suavemente. Y ella se levanto de aquella habitación y se acostó en otra, donde los sueños emergen en los sentidos, donde los sueños la liberan de la sequedad de sus ojos. Tic-tac….tic-tac, allí la encontró de nuevo, envuelta en murallas frágiles. Solo tenía que tocarla, rozarla, ser caricia fértil del querer y todo sería no más que verdadero. Tic-tac, duerme. Duerme en alianza con los bellos sueños que el subconsciente lleva. Tic-tac, la tarde se alzaba con su manto de un sol que tenía ganas de irse para dar paso a la luna llena. Tic-tac, se levanto y de nuevo sus manos se extendía, se encogían en el piano. La luna grandiosa, perfecta, pura detrás de ella. Tic-tac, la noche la acaparaba a un soñar despierto y soñó. Soñó que era larga colina donde las amantes se encuentran, soñó que era fruto de un cobijo donde los besos alados de calma se entregan. Tic-tac, el reloj encima del piano marcaba su pulso. El pulso de la vida, el pulso de los deseos.

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