Lo habían anunciado. Sí, en el paso del siglo, lo habían
dicho las gentes del campo. Esto no va bien, la lluvia de año en año se evade
de nuestras tierras y ahora son lamidas por un látigo amarillo, seco en el eco
del viento. Nuestros pastos descubren animales desnutridos, idos en el vértigo
de sus huesos, de nuestros huesos. La
madre que no tiene para amamantar a su ternera.
Sí, lo habían dicho, la desdicha se cierne sobre nuestros ojos y
nuestras manos rajadas por el sudor, por el esfuerzo, por la pena se retuercen en impotencia. Nuestra vida se
invade de una sequía que hace tambalear la entereza y caemos en pozos donde la
nada nos consume poco a poco en un sufrimiento que no tiene lágrimas. Lo habían
anunciado, cien años ya hace de eso, de las plagas serpenteantes de este mundo.
Aquí está, presente, no recuerdo tiempos tan duros, tiempos tan miserables que
nos quitan las ganas de continuar. Pero
me detengo, miro mi rebaño y una tristeza infinita se apodera de mí. Uf, estoy
agotada, estamos agotados circulando a través del temor. Procuramos pensar que
todo esto es pasajero pero lo dudo. Cada tiempo borrado de lluvias es más
arduo, es más avaro, es más infertilidad de nuestros pasos borrados por un
desierto que se aproxima. Quiero que el
cielo se rebose de nubarrones y nos haga emerger como pueblo enterrado en sí
mismo en lo yermo ¡Agua ven¡ ¡Ven agüita¡ Agitamos nuestros brazos al
firmamento , hoy es noche de luna y encenderemos una hoguera por la que a su
derredor danzaremos nuestras esperanzas, nuestros deseos. Nos despojaremos de
las penas y concentraremos nuestros pensamientos en el reino de los astros.
Nuestra cosecha se muere. Nuestros animales aúllan al miedo. Siento terror,
sentimos terror ante el atroz, ante el descomunal desenlace de esta sequía. La isla muerta, así la llamo ¡Lluvia ven¡ ¡Ven
lluvia¡ agitémonos en tu cuerpo, nuestro cuerpo. Esperamos, la luna ya viene con su aliento metálico, la
luna ya nos sobrevuela en nuestras miradas y suplicamos, y rogamos que venga la
lluvia. Que nuestras tierras griten a la alegría, que nuestras tierras desenreden
su sequía y sea cabello verde balanceado por la brisa. Oh, veo esa agua venir,
el viento trae nubes. Me dejaré mojar,
sentir su frescor, su renovación, el nacimiento de nuevos sueños ahuyentando el
anuncio de mi gente ¡Ah¡ llueve, llueve mansamente, un halito de calma penetra
en mi vientre encogido ¡Canta madre tierra¡ Bella eres, eres el deseo de
manantiales que de tu entrañas surcara por nuestros labios ¡Ah¡ llueve, llueve
tranquilo. Así, como debe ser, que nuestras tierras dibujen arco iris en el
curso de su existencia. La lluvia me da su mano, me saluda como se saluda a
viejos amigos. Te esperaba, le digo. Pero lo habían anunciado, cada estación será
más imprecisa, más desequilibrada, más airada ante nuestras palabras. Pero
ahora. Sí, ahora, me saludas y te digo, te esperaba así, tranquila.
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