domingo, febrero 23, 2020

ELLA..








Ella, se hallaba en un rincón de un inmenso boscaje donde el letargo  se balanceaba con sus sueños. La noche densa estaba rebosada de luciérnagas estelares que temblaban al ritmo de su corazón. Y , ella, soñaba y soñaba en una cierta calma, en una verdadera ganas de ver más allá de su destino. De pronto una mano fue caricia de su cabeza, de su pelo desenvuelto en el dormitar. Despertó y sus minúsculos ojos comprendieron que el viento, el viento…., el viento que susurraba  “ levanta mujer tienes que ser sentidos de la estrella polar para ser hallazgo de la belleza, del amor. Aquí, donde te encuentras solo hay pantanales donde cada uno de tus pasos se ahoga más y más” . Se levantó cuanto este calló, en su reconditez se buscaba ¿será cierto? Mis labios están llagados de tanto y tanto besar la nada, mis manos vacías oscilan en el precipicio de la muerte, mi  están espaldas cargada de mudas caricias.  De nuevo cayó en sueño profundo, cuando los rayos solares incidieron en su rostro se alzó. A su derredor solo había desierto, una densa calima se disparaba en su mirada sin saber por dónde pisar. No miraba atrás, solo andar y andar en la invisibilidad de un sol pálido, de una luna ida¡ No , la nada se cierne en mi¡ Siento dolor, un dolor que se va apagando a medida que la bruma de mi existencia cobra celeridad en cada huella muerta dejada atrás. Tras jornadas donde la insonoridad y el silencio la acompañaban se sentó, se quedó como enterrada en sus pensamientos. Entonces, de su cuerpo cuando la luna era ya visible emanaron hojarasca y su existencia de nuevo cayó en el letargo. Los sueños se alejaron, no venían a su encuentro y por jornadas al no hallarlos permaneció dormida, dormida en una serena pena. “Despierta. Despierta mujer. Todo ha acabado, has sobrevivido a las tempestades de la soledad y ahora eres cráter fecundo de tus deseos. Mujer despierta, despierta.” Despertó y sus minúsculos ojos miraron el arroyuelo que pasaba a su lado. Bebió de él. Sus ojos cansados habían desaparecido, la brisa hacía crujir las ramas y un bullicio de asombrosa naturaleza.  Sintió unas pisadas, algo se aproximaba ¿qué sería? Y comprendió que era su mundo, una tierra entregada al encanto, a la magia dual de una mano que posa sobre otra mano, de unos ojos que se posan en otros ojos.  Mano y ojos que la llevaron a una cueva, una cueva escondida a otras miradas.  Entraron, había una pequeña hoguera encendida. La hoguera del amor, la hoguera de la paz, la hoguera de la esperanza, la hoguera de la felicidad. Paso su lengua por sus labios , aquellos labios rebosantes en llagas, y todo era vida. Miro sus manos , aquellas manos vacías, y todo era flores de colores. Y ¿su espalda?, su espalda era barranco donde manantiales  la hacían renacer en la gruta de las maravillas, de la belleza.

2 comentarios:

Juan Noyes dijo...

Una mágica metamorfosis, como aquellas del poeta romano Ovidio.
Bellísimo poema en prosa..

DUNIA SANCHEZ PADRON dijo...

Muchas gracias.