La barca, una barca marcada por
cicatrices borradas en nuestra memoria. Las gaviotas, surcando el océano al encuentro de su presa…una,
dos, muchas se posan en una playa vacía donde solo una barca encallada habla
del ayer o tal vez del presente , del mañana. El crepúsculo , suculento
amanecer donde los amantes se distancian en sus rutinas monótonas. La barca,
una barca marcada por almas en la huída ¿Han llegado? ¿Han sobrevivido? Después
de las terribles barrotes que han de pasar como prueba del dolor, como prueba
de la pena, como prueba del adiós. La barca, ahí está, quieta, acariciada por
una suave y tibia brisa en la orilla ¿Dónde están ellos? ¿Dónde están ellas? La
mañana se vierte en calma con la hegemonía de un cielo azul donde la luna y el
sol se besan en la distancia. Esa distancia que hemos de recorrer para hallar
la paz, los libres deseos ante una atmósfera agrietada, doloroso, amortajada.
La barca, mis ojos, la ausencia de ellos , de ellas y miro al cielo, las
gaviotas , surcando el océano donde los ahogados suspiran al viento, empujan
sus espíritu a lucha de la llegada del fin de sus llantos. Llantos sin
lágrimas. Llantos de la agonía de sus corazones. La barca, mis ojos, la ausencia…que
la huída de todo mal se extinga, quede difuminada como un infernal sueño del
cual pudieron escapar. La barca, una barca en la orilla, una barca sin color,
una barca que no entiende de diferencias, una barca que conversa con las
gaviotas.
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