El sol. El invierno de enero. El paso de los días. Aceras
alimentadas de polución. Yo, en vertical, saboreando la plenitud del amanecer.
Yo, en horizontal, abandonándome sobre un océano interminable. El reflejo de
las pisadas. El agujero de las sombras. Yo, en vertical, concluyendo los
estados de ánimos en la quietud. Yo, en horizontal, oleaje de los sentidos
lamiendo mis pensamientos. La isla. Aquí, allí. Y seguimos el rumiar de la
vida. Y seguimos en el esbozo de los deseos. Y seguimos amando las emociones
del despertar.
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