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Las
clases de la rutina han terminado, es hora de pasear, de esbozar los pulmones
con la madre naturaleza con la condición de una hora de llegada. Agatta, Anne ,
Delfina apartadas. Las compañeras no quieren relación con quien ha se ha
saltado las reglas, con quien el pecado es seña en sus rostros, no quieren ser
atentadas por sus familias. Los rumores corren y corren, da igual donde estés
porque todo llega con lengua de fuego, con lengua podrida exagerando cualquier
suceso. Anne, Agatta y Delfina separadas
toman la dirección del bosque. Ah, ese bosque atrayente, las imanta como
fuerza brutal en el interrogante quien es ese hombre. Ahora, que la tarde no anda con prisas de ser
capturadas por la oscuridad, por sus sombras ambulante en el terror se adentran
en el. No se acuerdan donde está casa pero el lugar no es muy grande, tienen
que descubrirla. Hay algo que se balancea en sus vientres, no es limpio esa
persona aislada , estancada en el pasado. Algo esconde, algo muerte la
conciencia de estas muchachas que las lleva en su búsqueda ¡OH, el otoño¡
saltarín cuando el sol toma y expulsa un cielo plomiza. Se respira una
atmósfera cuidadosa, el monte verde luce su esplendor , un esplendor que las
cautiva ¡Oh, ese olor¡ a humedad y hojas que caen en lo rara de esta estación. Sin conversación avanzan, tienen que encontrar
ese jardín desbaratado, amenazante. No, no tienen miedo. El encierro que cayó
sobre ellas las ha hecho jóvenes maduras, jóvenes agazapadas en una. Sí, son
una, no han comentado nada. Han podido de resurgir de la dureza de la tortura. Se
dejan ir, en alguna de ese boscaje ha de estar la casa, el jardín. Se han
fijado bien en el camino de vuelta y antes de la noche tienen que hallarla. Hallar
a ese anciano movido por la dejadez, por harapientas formas de dialogar con
otras gentes. Ellas saben que son mujercitas, apartadas de todo círculo de la
verdad ¿puede ser eso por ese trato de la noche anterior? Dudan, qué buena es
la duda, incrustarse desorientadas del porqué esos modos. Parece que el
bosquecillo se desaloja de grandes arboledas, un espacio encerrado en el tiempo
estático aparece antes ellas. El jardín, límite entre el misterio negro y la
verdad. Ellas presienten algo, algo no bueno sino nefasto. Parece que no hay
nadie y se van acercando a la casa. A medida que avanzan escuchan como un
llanto. Se paran, hacen una pausa y respiran hondo. Un llanto que no es
masculino. Un quejido como una fiera caída en una trampa ¡Oh, el otoño¡ que
guardas cariño en tu oscuridad, se luz que alegre a los corazones. Así, como el
día de hoy, soleado, cargado de estímulos superiores que nos lleven , que nos
traigan buenas noticias….CONTINUARÁ
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