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¡Oh,
la noche de luna roja¡ ¡Oh, el otoño enseñándose con el universo¡ Un universo desvistiéndose
para no ser más que un mar de constelaciones. Pisadas relentecidas. Cadenas que
se caen y la puerta de la capilla se abre con rigor de un rugido en plena
negritud de su amplitud. Con una vela en la mano la superiora entre. Ve a las
tres muchachas de espaldas, de pie, estáticas mirando esa figura perenne en los
tiempos. Se aproxima a ellas y con sus ojos negros, con sus ojos vivos, con sus
ojos sin algún resquicio de dolor, solo, plomiza les dice que el castigo ya ha
terminado, que ya es hora de que vayan a sus habitaciones y se aseen. Las
chicas no contestan, están embelesadas en las transiciones fugaces de sus pensamientos,
unidos, apáticos, sordos a esa mujer ¡Ya está bien¡ en voz alta y severa. ¡A
vuestras habitaciones ya¡ la rebeldía no me agrada, si queréis seguir aquí os
dejaré hasta se pudran vuestra impertinencia ¡Viraos¡, alza su tono de manera agresiva ¡Miradme¡ Ah, os avergonzáis
por lo que habéis hecho ¡Miradme ya¡ Este no es lugar para discusiones. Sois
una manada de malcriadas, desobedecéis mis órdenes, esto llegará a vuestros padres
o tutores o lo que tengáis. Sois unas
malas agradecidas. Mirad, mirad como vivís y luego fijaros en el resto de esta
tierra. Aun las vivencias no han sido suficientes para que aprendáis
¡Ignorantes¡ Sí, si ¡niñas que estudian¡ ¿¡Pero qué hacéis? ¡Miradme ya¡ Se giran a la vez, con sus cabezas rapadas,
con sus lenguas mudas, con sus ojos ocultos a cada sensación, a cada grito, a
cada remorder de sus vientres ante ella. No quieren demostrar sus fatigas, sus
decaimientos, ese derrumbe que marchita tras horas y horas en la esfera helada
de esa capilla ¿Estáis arrepentidas hijas? Su voz se torna tibia, calma,
amable. Ellas asienten. Sí, ellas tres, con
sus rostros pálidos, con un temblor que no dejan ver. Pues entonces ir a
vuestras habitaciones, allí se les ha dejado la cena. Esta noche no quiero que
os reunáis con vuestras compañeras. Seguidme, yo misma iré con vosotras. Y van
detrás de ella. Si, ella, mujer entera todavía y ellas peleando con la razón.
No se les quita del pensamiento ese bosque de otoño, ese jardín perdido, inhóspito
donde lo yerto de un misterio sibilino
las atrae, las lleva en un barco donde el oleaje rompe y náufragos son
tumbas anónimas del tiempo. Y por ello se dejan llevar por ella, es mejor
hacerle caso, hacerle creer que la escuchan. Sí, arrepentidas por su falta
aunque en las profundidades de sus entrañas resbalen ante la incógnita….preguntándose,
preguntándose quién es. Todo es callar en la residencia, todas duermen. Solo
ellas tres y la superiora por esos pasillos grises, melancólicos, penumbrosos
de la noche ¡Oh , el otoño¡ molicie de ideas que se van difuminando cuando el
letargo saluda….CONTINUARÁ
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