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Y
amanece . Y las llevaron al cuarto de baño. Un lugar tosco, soso, donde se
mezclaba la dejadez y la memoria fúnebre. Las rociaron con cubos de agua fría,
a las tres, ninguna decía nada, ni un gemido, ni un grito cuando las
cuchilladas gélidas se estampaban en sus cuerpos desnudos ¡ Aprendan¡ ¡Aprendan¡,
decía la superiora hermética. Después poneos ropas decentes, limpias porque
tendréis que purificar vuestra alma ante Dios. No saldréis de la capilla hasta
que sentáis arrepentidas ¡Rezad¡ ¡Rezad¡ hasta que la noche os envuelva en
perdón ¡Perdónalas Dios mío porque no saben lo que hacen¡ La superiora se
marcha, antes da media vuelta ¡Raparlas¡ A la vez los ojos de las muchachas se
cerraron. A la vez el desfallecimiento oxidaba sus huesos. A la vez se retorcían
en sus interiores. A la vez se reprimían de expulsar una excusa. A la vez sus
cabellos mojados iban cayendo al suelo. A la vez una cierta tristeza levantaba
un lamento mudo ¡Temblor¡ ¡Ay el otoño¡ fúnebre , plomizo, pesado, cuajando en
la tortura de sus seres. A la vez respiraban profundamente. A la vez transmitían
la verticalidad de sus espíritus. Vestidas, fueron llevadas a la capilla por
dos monjas jóvenes. Sus ojos clavaban la maldad, la venganza, el regocijo de
verlas así. Así, calladas, débiles, inmersas en sus pensamientos. Cuando las
dejaron en la capilla cerraron la puerta con llave ¡Solas¡ alejada de toda
civilización tenían que orar y orar. Sus ojos se cruzaron y después observaron
el Cristo crucificado ¡ Oh, ese Dios¡ cuánta hipocresía, cuanta mentira se
balanceaba sobre él, se preguntaban. Y
todavía estaban ateridas, fusionadas en la indiferencia a todo Dios. No….no
pidamos perdón, no hay arrepentimiento, no hay remordimiento. Aquí nos
quedaremos hasta ella diga, si hemos de sufrir más sufriremos. Pero no nos
doblaremos ante la injusticia, ante la creencia que desata errores en la
humanidad. Seamos fuerte, fuerte como el viento que nos lleva a lugares
lejanos. Estemos unidas, unidas como el árbol a la tierra con sus ramificándose
en lo hondo de su entereza. Seamos libres, libres como el vuelo de una pardela
cuando surca los mares tempestuosos, violentos. Seamos cómplices, cómplices con
sabor a una amistad real. Dejemos que el tiempo pase y venceremos a esta
desavenencia de la vida ¡Oh, el otoño¡ criatura emergiendo en los poderes de su
peso, de su levedad que eleva las almas en el sentido de su fe. Fe , en sí
misma. Fe, en la energía de la reconditez perseverando la verticalidad. No, no caigamos
en el temor. No, no caigamos en el dolor. No, no caigamos en la melancolía.
Elevemos nuestra mente más allá de estos muros y de seguro hallaremos la calma,
la libertad ¡Libres¡, manto de pétalos erigirán nuestros caminos…CONTINUARÁ
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