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Y
la noche…la noche doblando esquinas hasta encontrarse con la mar. Y la mar…la
mar inquieta en la desavenencia del tiempo. Un mar de fondo donde las tonadas
fúnebres flotan en el ambiente donde las olas rompen con las rocas. Todos
duermen. Duermen los placeres prohibidos de los sueños, unos sueños que se
transforman en el fondo de sus estómagos. Algún perro parece anquilosar la
atmósfera con sus ladridos, un perro vagando sin rumbo en busca de comida, en
busca de cobijo para sus huesos oxidados, podridos ante el otoño ¡Oh el otoño¡
fugaz como las nítidas lágrimas de estrellas fugaces cuando el firmamento es
claro. Y todos duermen…duerme la superiora en un mundo inhabitable, invidente
para los demás. Duerme Delfina tras ser lastrada en su habitación gris. Duermen
Agata y Anne , juntas, con atención a que el alba no las alcance, antes que las
campanas anuncien el despertar. Ellas están momento en que quisieran la
eternidad de la calidez del amor, aun imposible en la moralidad de una sociedad
estrecha en su razón. Y la noche…la noche observadora de vidas, de pequeñas
vidas que escuchan en su letargo el rumiar de las mareas. En el boscaje exuberante,
espeso se halla también ese hombre que mira a su esposa. El no descansa, en su
duermevela se revuelve en la atención de ser vigía de su territorio. Dominado
por la angustia se levanta de su cama. Mira todo lo que hay bajo su techo y
siente el desplome de sus cimientos. El oleaje sigue y sigue rompiendo con las
olas, estrangulándose con el gorjeo del nocturno. Recorre la casa hasta que
llega a una puerta. Una puerta donde se arroja el dolor, el odio, un secreto
bajo cadenas insonoras. De nuevo vuelve a su cama y medita, hace un recorrido
de su ser, de su existencia y cierra los ojos. Progresivamente se duerme. Un
quejido se escucha, ballenas cantando al son del movimiento del océano. El
océano que rodea a la isla, el océano conversando con la luna roja. El océano
donde los riachuelos terminan para ser brazos acogiendo de este planeta ¡Oh, el
otoño¡ anguloso, perfilando los desastres de un mundo perdido en su
complejidad. Y la noche quiere cantar. Y la noche quiere irse. Y la noche
quiere descansar. Y la noche masa de grillos quiere apagar el mal que tira de
nosotros. Y la noche se va despacito, con el ronroneo de una brisa suave que
eleva los corazones en la serenidad, en el sosiego necesitado después de la
desesperación, de la rabia contenida. Cuerpos que se dejan. Cuerpos abandonados
a ras del equilibrio, cuando duermen. Cuerpos libres , manoseado por el vals
del otoño ¡Oh, el otoño¡ bello y apagado a la vez. Cuerpos animados por su
mañana. Cuerpos ascendiendo a lo más alto de sus emociones, cuando duermen…cuando
duermen…CONTINUARÁ
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