miércoles, septiembre 25, 2019

LA HABITACIÓN QUE HABITO...






La habitación que habito, cierro la puerta cuando el nocturno cabalga junto a los astros. No, no quiero que se vayan los sueños, eso decía mi abuela.  Hay  que dormir a puerta cerrada para que los sueños bonancibles se despierten al amanecer. El silencio guarda el secreto y los riscos a trepar se convierten en barcas danzando peces plateados cuando la mar retorna a la tranquilidad. La habitación que habito, empeñada en un despertar donde los pozos del subconsciente erupcionan en un jardín de deseos verticales.  Me entrego como decía ella a las sábanas blancas del descanso y me dejo sutilmente ir en el canto certero del letargo cuando abrasa los sueños.  Sueña, me decía mi abuela. Sueña con un mañana plagado del desacuerdo con el ayer. Sueña con los ojos abiertos, con los ojos cerrados en el canto de las noches. Sueña fuertemente con aquello que más anhelas. Sueña, libre, con el tintineo de tu corazón agarrado a la verdad. Sueña, sí, con el giro de atmósferas buenaventuras de tus pisadas. La habitación que habito, paredes verde azuladas que hablan del creciente vuelo de las aves en un destino tus alas amparan la gracia, la belleza, el buen sabor de los despertares. Y todo es sueño, eso decía mi abuela. Y todo es dejadez de trastos de púas para el empuje de la verticalidad de tus deseos. Cierra bien la puerta, eso decía mi abuela. Qué los embarradas atmósferas no te contaminen, no envenene cada una de tus huellas, no yazcan donde tú eres ese pedazo de cosmos bosquejando los ojos en un horizonte benevolente.

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