miércoles, septiembre 04, 2019

Divagaciones de una tarde de septiembre...







Septiembre, un halo de calidez se incrusta en mis carnes. Mis pisadas esquivan las esquinas donde la duda se hace mencionar. Mis manos acarician las tersas nubes de un deseo, un deseo penetrante en mi vientre seco. Septiembre, sin más tarareo una melodía tosca, oscura y me pierdo en el ensueño. Mis ojos abiertos conquistan el horizonte en toda su densidad. Septiembre, un nuevo viaje me espera en andenes envejecidos por la herrumbre de los años. Aquí estoy, con mi maleta, una maleta retazos de poemas navegarán hasta hallar tu rastro. Nada de ti. Septiembre, imbuida en mis pensamientos correteando por el beso, el beso prohibido del tiempo. Avisto la caída de la tarde con su luna blanca haciendo un guiño al mañana. Avisto el último vuelo de los pajarillos en el término de la claridad. Septiembre, la verticalidad alza mi cuerpo y mi espíritu quiere danzar con los llamativos astros que vendrán. Vendrán y soñaré. Sí, seguiré soñando en cada rincón de mis sentidos. Septiembre, un árbol renace en los jardines clausurados a las miradas, venturas nuevas planearan sobre mi espalda. Sí, septiembre, un dibujado camino me lleva, me trae hasta la libertad de las mareas, hasta los despertares calmos ante la tempestad de manos de sangre de otros lugares.   Septiembre, una manzana brota del árbol renacido, muerdo y el aliento de mis piernas resurgen entre las hogueras purificadoras a la paz. Septiembre…                                                                 

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