Sus pies, descalzos. Desnudos ante las calles que ha de
recorrer sin la orientación de la brisa de una mañana cálida, impregnada de un
verano que surge con su panza gris, triste. Tropieza una y otra vez con la misma persona,
con la misma imagen rutinaria de las jornadas. Una cierta timidez le prohíbe extender
la mano abierta para pedirle algo. Sus ojos, ocultos, son la presencia del
vacío, de lo asqueada de la existencia. Un olor a suciedad la cubre, un olor
que aleja cualquiera que pase al lado de ella. El se aproxima, le produce cierta
repugnancia calmada por la inconsciencia de la vida. El se aproxima, le produce
cierta provocación que intenta diluir de su estómago. El se aproxima a ese
cuerpo sentado en la esquina, ya quieto, en la espera de algo. Qué te ha
pasado?, le pregunta. Ella no responde. Tantas estaciones te he visto, en la
misma postura, con tus ojos mirando las sombras del devenir de los días. Por
qué esta vida tuya?, le pregunta.
Balanceo de la miseria, de los corrompidos sueños, de los rajados
destinos. Déjame mirarte, si quieres. Los rayos del verano te esparcieran en la
ida, una ida cercana. Hace mucho calor. Déjame ayudarte. Dime, si quieres
decirme, qué haces aquí. Vente conmigo, comerás algo. Ella con su cabeza gacha,
con sus ojos ocultos, rodeada de la nada, de una sordera adrede no se mueve,
solo, respira. Solo escucha su respiración. El la deja, se aleja en el sentido
de un sin sabor, de una consternación, de un odio que intenta que no se
reproduzca en su mirada. Mira el cielo, la mira a ella por un instante más y
cae. Las nubes se rompen y el astro rey abunda en latigazos ante cada paso. Se
pone sus gafas de sol y sigue su camino. Sus pies, descalzos. Ella se levante,
se yerta como guiada por la miseria que la recorre. No está angustiada. No está
triste. No está bajo el techo de esta ciudad. Lo mira ya en su lejanía, en sus
pasos lentos, decaídos. Mira el cielo, ya es hora de marcharse en la oscuridad
de sus ojos, ya es hora de vagar por otras calles, de extender su mano a la
espera de algo. Tiene una fuente cercana y se introduce en ella vestida, deja
que el agua corra por todo su cuerpo. Un policía la acecha, viene y como obra
de espíritus flotantes en la nada desaparece. Se transforma en mujer de agua.
Mujer que no deja de emanar al mismo lugar sin inquietudes, en un círculo que
ella solo conoce.
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