Oleada de llamas.
El eco de la agonía
Baila al compás del error,
De la amenaza perfecta de la oscuridad,
De las tinieblas.
La atmósfera se me hace irrespirable,
aprieta con su gatillo fulminante de la muerte de una naturaleza paradisiaca de
los montes. Voy tras ella, tras las llamas que vertiginosas ahondan en la
miseria, en la existencia esfumada en un pequeño instante de tiempo. Un si
saber me hace odiarme, castigarme a medida que camino sudoroso, delirante tras
ella. Bosques donde un pinzón azul se ahuyenta hasta la nada. Vacío rueda en mi
pecho y mis lágrimas torpes, cautelosas aclaman al Dios madre tierra. Me miro
las manos, me miro y me miro y grotescas formas fantasmagóricas crujen, danza a
medida que todo se eclipsa eternamente. Yerto mis ojos, me detengo y un puñal
en mi vientre busca la repuesta. Sopla
un viento infernal, sopla un quemar rajante y caigo. Medito y en mi alejamiento de las llamas descontroladas,
alocadas, sendero de funerales y sigo en este mundo. No hay salida ¡No¡ no
tenemos escapatoria, un planeta que orbita en grotescas, en aberrantes
puñetazos a su corazón. Todo preñado de borbandeantes charcos de desahucio ¡Ven
a mi madre tierra¡ Se grito de lluvias, de un viento estático antes que la
derrota , que los ojos blancos borren la vida. Y de nuevo voy tras ella, tras
las llamas que se infiltran para dejar un vista ceniza, melancólica,
irremediable en el paso de las horas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario