LA
ISLA
ESCENA
1
TORMENTA:
Estás
ahí, lejana, confusa, fatigada pero te abrazas a ese madero del naufragio. Mi
ira te embravece, luchas contra mi fuerza descomunal pero es inútil. Te
ahogaras como tantas otras, mujer de la nada. Sí , eres mujer de la nada
agarrada en un madero de la esperanza. Qué hacer contigo. No voy a calmar el
oleaje, lo grotesco de este viento. Te afincas y quieres vivir, solo eso, mujer
de la nada. Yo, tempestad de la vida de ataúdes anónimos, tiro de ti pero te
empecinas en seguir adelante aunque tu voluntad mermada se estacione en la
ilusión mujer de la nada. No quieres ser una más, te comprendo, de este mundo
cobijado en minas sangrantes para vosotros. Luchas y luchas y yo me agrando y
al mismo tiempo me deshago abatido por tu grandeza, por tu ánimo de sueños del
ayer, del presente. No pregunto por tus compañeros, ya sabemos donde están,
muertos flotantes del silencio. Quieres llegar a la orilla, tus ojos radian el
agotamiento, desorbitados quieren ser parte de tierra. No, no te queda mucho.
Yo no puedo detenerme, tienes que luchar con el abismo, con el terror, con el
temor de ser una más de estas profundidades. Callas, ni tu gemir , ni tus
chillidos se escuchan ya.
ELLA:
Déjame
en paz. Llegaré agarrada en este madero a la costa. No, no me convertirás como
los demás, huesos insonoros, intocables en el paso de los tiempos. Tengo que
llegar. Tú, tiempo cruel, abominable, alocado, desafiante. Sí, me desafías y yo
aquí, en esta marea revuelta, violenta, bestial acepto el reto. Llegaré, ante
mi mirada una luz me ofrece el camino, no el de la muerte, sino el de la
vida…el de la vida. Vete ya, qué la calma venga y te disuelva en el callar, en
tus bruscos movimientos. Somos ya muchos, demasiados los que hemos dejado la existencia
aquí. ¡Aquí, en este fondo hondo del quebranto¡. Llegaré, veo la orilla
temblorosa ante mis ojos. No, no me conoces pero he decirte que el espíritu
libre y asentado puede más que tu rabia, que tu veneno. ¡Calla¡¡Calla¡, déjame
sobrevivir como las aves que migran a distintos lugares. Y si no llegaré, ya
estoy cerca. Todavía me queda algo de entereza, por mis hijos, por mis muertos,
por mis amigos, por mi familia. No me sigas azotando más y más ¡Basta¡ Ahí, ahí
está la orilla y llegaré…y llegaré.
TORMENTA:
Me
alejo de ti, mujer de la nada. Voy a surcar otros mares donde los desaparecidos
serán mi sentencia maldita. No es lo que deseo pero hay algo que me empuja a
saborear velatorios desconocidos. Todo negro. Se izan banderas negras, blancas
donde la muerte es auge de este océano. Huyes y comprendo tu huída. Yo no te
puedo dar refugio. La madre tierra me ha hecho así, con estas tonadas de duelo,
con estas tonadas de muerte. Llegarás, de ello estoy segura. Pero los otros
¿dónde están? ¿Quiénes son? Solo un enjambre despedazada humana en las
profundidades de las mareas. Me calmo y te observo, llegas a la costa.
Uhmmm….tan infernal no soy. Tú has podido. Otras podrán. Me alejo…me alejo bajo las nubes pesadas de
lo malo, de lo incompresible, de lo inesperado. No, no te voy a decir que me
perdones. Soy así, este es mi destino, mi mundo.
ELLA:
Estoy
aquí, en la arena de un paraje desconocido. Intento abrir mis ojos, me duelen.
Es de día, un sol castigador me da latigazos. No, no sé donde estoy. Solo, el
sosiego de la tempestad, del oleaje febril. Suelto el madero e intento
levantarme. Solo escucho el ronroneo del mar ya tranquilo. La soledad me
persigue. No, no quiero pensar en los demás. Mis fuerzas desfallecidas solo me
permiten arrastrarme. Intento mirar pero todavía no puedo, sol atizador, parece
como si cuchillos se enclavara en mis ojos cansados, exhaustos. Venga, me digo.
No puedo, la sed y el frío me atacan. He de ser recta. He de ser entereza. He
de ser valiente. He de ser engendrada otra vez. He de ser otra vida. He de elevarme.
¡Ay espíritu mío¡ ayúdame. Sé que puedo. Sí, puedo. Ya lo peor ha pasado. Estoy
en la orilla con la gelidez del presente. Por mi mente transcurre mi aldea, mi
gente ¿qué será de ellos? Por ellos he de recomponerme, lucha. Levántate, vete
a buscar un refugio donde recuperarte. Peleo conmigo misma, me arrastro hasta
donde lo verde se asoma, está frente de mí. ¡Mis ojos¡ tachas al rojo vivo
incrustadas que van saliendo lentamente, que se van apagando.
ESCENA 2
PINZÓN AZUL:
Estoy
bajando de un monte negro, naranja, ardiente , plagado de desahucio. Bajo de
los pinares cenizos, quemados por las inclemencias humanas, heridos pero no de
muerte. Ellos resurgirán con el paso de los años, raíces que penetran un
submundo desconocido, desafiante, recóndito y donde no podemos llegar. La isla
se ha quemado en un grosor, un grosor doliente, terrorífico donde mis lágrimas
no han podido hacer nada. Voy a la costa , cerca ya. No es mi habita pero
resurgiré como ave que se mueve en los barrancos donde las arboledas me azocan.
A medida que me aproximo, un cuerpo, veo la inmovilidad de sus manos, de sus
piernas. Emigrantes del reverder, de la amputación de sus sueños, de mis
sueños. Desplazados a la fuerza por lo virulento de este mundo ¡Oh mundo¡ He
visto la muerte de mi hogar…si, la he visto con su lengua maligna vertiginosa
en los campos de la calma, de la belleza perfecta. Ahora todo es humo y negror,
la vida fallida huye y huye como imagino de ese humano o humana en la orilla.
Estoy hastiado, impotente, absorbiendo maléficos brebajes contra esta
civilización pero voy a su encuentro. ¡Sí¡ A su encuentro, aunque seamos de
mundos distantes. Quizás nos comprendamos, si vive…no lo sé.
ELLA:
Intento
abrir los ojos. En mis labios caen gotas livianas de agua. Siento como un
picoteo en tez, suave, agarrado a mi despertar. Abro un ojo y qué es lo que me
encuentro, un pájaro. Un pájaro de vuelo perdido dándome agua sutilmente,
picando mis carnes a espera de una señal. Mis sentidos se asientan y escucho su
murmullo difuso, me habla. No entiendo bien y a pesar de mi estado caótico me
hace gracia. Un perro se acerca, lo observo y se parece tanto a mí. No sé en
donde estoy, en un extraño lugar donde las aves se unen al humano . Debe ser
así. Me grita de repente y el perro ladra alrededor de mÏ, un perro vagabundo.
El pájaro viene y va, trae agua y agua. El perro hace de vigía, eso pasa por mi
mente. Se sienta a mis pies y mira el horizonte. Abro mis dos ojos, un cielo
celeste en toda su plenitud golpea ligeramente mi cuerpo cansado. Las olillas
rozan mis piernas y el perro sigue ahí, estático. Es como si el perro y el
pájaro fueran uno. Intento levantarme, me caigo pero insisto potencialmente
hasta que estoy en vertical. El pájaro azul se posa en mis hombros, el perro
sigue mirando el horizonte con cierta resignación , lo noto en su mirada. Algo
le pasa a esta tierra. Observo más allá de la playa, en sus adentros, y una
columna de humo en la lejanía me dice lo que pasa. Estamos solos, soledad y silencio. Solo el rumor
de las olas, que vienen, que van. Todo devastado ¿por culpa de quien? Lo
ignoro, pero sospecho que de nosotros mismos. La mano humana mece la cuna de
esta esfera, la mano humano maneja las cuerdas de cada su movimiento, la mano
humano en sus avances se autodestruido. Sí, porque destruir donde se posa es
suicidarse a sí mismo, porque desechar los que no son de su lengua o color es
aniquilarse lentamente. Todo ha sido muy lento y no hay cuenta atrás. Aquí ,
estoy, en una isla supongo. Un pájaro posado en mi hombro y un perro flaco que
mira el horizonte. Intento andar, sacar mis pies de esta arena que me apresa,
me cuesta pero lo voy logrando, quiero llegar donde están las rocas para
sentirme segura. El pájaro sigue en mi hombre y el perro flaco mirando el
horizonte. Se da la vuelta y viene detrás de nosotros. Lo miro y un cierto
halito de alegría me invita a
acariciarlo.
PINZÓN
AZUL:
No
soy catastrófico pero cuando ocurren estas cosas pienso en negativo. Intento
revolver mis adentro y saco la esperanza, la luz de esa luna que se aproxima
con la caída de la tarde. La nada y el humo espeso anda suelto en esta isla.
Aquí estamos seguros, cerca del mar. Hemos sido imprudentes, ignorantes y aquí
está la prueba ¡Qué será¡ ¡Qué será del mañana¡ El futuro es crudo, el futuro
cae en la inexistencia , en el abismo de las tinieblas, del fatal desenlace.
Siento dolor, un dolor que me explica a medida que las horas pasan que todo se
irá atenuando, qué todo volverá a florecer, a regenerarse con el paso de los
años ¿Lo presenciaré? Solo un pobre pinzón azul, que viene, que va en busca de
cobijo ¿Dónde están los demás? Una mujer negra, un perro flaco que nos sigue y
la nada. La noche viene y he de irme, te dejo mujer de la nada y perro flaco,
mañana será otra jornada donde el resonar de los tambores de la existencia, de
los sentidos penetrarán por nuestra sangre y venceremos, venceremos todo mal.
Todavía estamos a tiempo. Todavía…
ESCENA
3
ELLA:
Dejo
atrás la playa y me inundo en palmerales. No sé dónde está el pájaro azul, el
perro flaco. Sin darme cuenta han desaparecido de mi vista, los necesito o no.
Ellos han animado este espíritu que estaba derrotado, lisiado. Se lo agradezco
y ahora me han abandonado, sigo caminando con la danza de mi corazón, con mis
ojos abiertos en la profundidad de esta tierra. A lo lejos sigue la humareda.
No escucho el sonido de alguna voz humana, solo, alguna cascada no lejos de
aquí , de mis pasos. Su chismorreo viene a mí y yo voy a ella. Cuando mi mirada
se posa en su vientre cristalino de aguas posadas me alegro. Una felicidad inexplicable
se esboza en mi pecho y bebo de ella y me baño en ella. Salgo y estáticamente
mis ojos se reflejan en ese charco, detrás de mi observo una sombra, una sombra
que brota su aliento a mi cuello. No sé si es hombre o mujer, solo que es
humano. No sé porqué no me asusto, no me estremezco. Me levanto y me giro hacia
esos ojos que me miran, que me examinan. Un beso roza mis mejillas sin
esperarlo. Sí, inesperadamente. No me sobresalto, solo, la sensación de la paz,
de una emoción indescriptible a medida que las horas pasan. Otra noche de luna,
de luna blanca, de un firmamento de astros inamovibles, intactos por nuestras
manos. Este lugar de palmeras, de noche clara, de charcos me parece hechizante. No habla, mira y mira.
Me da de la mano y me lleva con ella, con él. Noto cierta decadencia en sus
pasos, cierta dolencia en tu rostro pálido. Nos dirigimos a la playa de nuevo,
siente el rubor de las olas, mansas, quietas en este nocturno de luna blanca.
Se para, se vuelve a mí y un beso en los labios deja un agradable aroma del
adiós. Le pregunto cómo se llama, no me responde, únicamente, se sumerge en el
océano, ese océano que me arrebató mi gente, ese océano que me escupió en estas
tierras. Desaparece, triste sonata de la noche viene a mi. Miro la luna blanca,
equilibrada y cierro los ojos. Todo huele a mar, todo huele a fuego, un fuego
que se evapora como ella, como él. Sola en la oscuridad, en la tranquilidad de
esta orilla. Miro el horizonte y siento el canto de las ballenas, el baile de
los delfines entre caracolas y algas.
Voz
de las mareas:
Estoy
muerta, estoy muerto, no sé, tú sabrás. Ahora estás en la isla del silencio,
una isla que te reedificará como mujer de la nada. Como mujer de los vientos de
la miseria, de las guerras, de la sed, del hambre, de la injusticia. Sí, he
muerto. Te esperaba para enseñarte lo hermoso de la madre tierra, lo bello de
un beso, de una caricia cuando solo el amor y la vida presiona nuestros
corazones. Te recordaré como mujer de la nada. Sí, te estaba esperando, no
quería dejar esta tierra sola, distraída. Mis hermanos el pinzón azul y el perro flaco te servirán de apoyo, te
guiaran donde tus sueños te lo permitan. No miré atrás, el monte se ha quemado.
Se ha quemado ante el poder corrosivo, ante la ambición desbocada, loca. Esto es
lo que queda, yo estoy cansada, cansado. El incendio no llegará hasta ti, está
sofocado, está apagado, solo, un humo como señal del horror, de la
autodestrucción humana ¡Está pedazo de tierra nunca será poblado¡ es
exclusivamente de los espíritus libres, pacíficos, de aquellos que miran como
cae una hoja en el mecer con el viento y siente su aroma, sus palabras del
ayer.
ELLA:
No,
no te vayas. No me dejes. Te escucho o son imaginaciones mías. Te suplico que
vuelvas, te has arrojado a las mareas. A esas mareas de las que he escapado, no
sé cómo. No, no te calles, sigue conversando conmigo. Me es lo mismo que seas
real o irreal, estoy sola. Ya sé que lo peor ha pasado pero, te necesito. No
conozco este lugar remoto en el océano, lejano a toda civilización ¿Aquí la hay
o es solo cenizas? No, no importa, me siento bien contigo. Me confundes pero me
siente bien , la gratitud de tus labios en mi piel será memoria en el andar de
mis años. No, no te olvidaré. Volveré todas las noches, todas donde la luna
blanca me invite hablarte como un querer eterno. Y no es obstinación. Eres
diferente a lo que he conocido, a lo que he visto. Prendada me quedo, encantada
en este paraje raro…continuará
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