Las manos de ella, una luna, unidas a las manos de la otra
ella. Un rumor soberano que viene del mar y la noche. Frente a frente,
espíritus que flotan en medio de la nada y del todo.
Ella,1:
La noche. La noche temblorosa, efímera, hueco de los sueños
del mañana, despertar de los poderes mágicos de las danzas de las ballenas. La
luna está ahí presente. Yo aquí, tu aquí. Pareces no escucharme pero eres
espejo donde el reflejo de mi conciencia, de mi yo evoca las ilusiones, las
esperanzas empapadas de rectitud. No, no daré marcha atrás. Mis manos, posadas
en las tuyas. Sé que no me ves pero me sientes, sientes la fragancia pacífica
de mis pasos.
Ella,2:
No sé si conversas conmigo. No sé si hablas a la luna. No sé
si sigues la melodía de las olas ¿las escuchas? Canturrean al tiempo que la
luna vestida de blanco se acomoda en tus ojos ahí , en el horizonte. La noche
parece aletargar las almas, la noche parece hacer una pausa con la hostilidad
que carcome este planeta. No , no quiero violencia, no quiero la extinción de
estas horas de un tiempo que parece que se detiene. No te das cuenta, estoy
aquí, contigo. Somos almas desdibujada de una sociedad acabada, marchita ,
lamentando en su crítica al otro. No, no conversaremos de ello. No , no
hablaremos de ello. Seguiremos la melodía de las olas. Cachalotes y delfines
vienen a visitarnos con sus cantos agudos pero equilibrados.
Ella,1:
Mis manos te acogen, no te das cuenta…miras el infinito del
cosmos con tus sentidos puestos en que tal vez podrás volar. Sí, puedes. Vuela y vuela mientras cachalotes y delfines
anuncian la despedida de la pena humana, del quejido inferna de un niño o niña
en un lejana o tal vez próxima orilla. Sí, la queja ante el derrumbe de su
vida, ante metralletas aniquilando lo que queda de sus huesos ¡Lamento¡ El
lamento del siglo veintiuno. No mujer, no hemos cambiado en el paso de los
siglos, si cabe aun somos peores. La inteligencia ambula precipicios ante los
despiadados que la poseen. Y, sin embargo, cachalotes y delfines vienen a
visitarnos.
Ella, 2:
Miras la luna, una cierta tristeza se mece en tus ojos cada
vez más plomizos, cada vez más apagados. Mírame te digo. No escuchas. No oyes.
Te embargas en un pensamiento
constructivo que a la vez es derribado por la mediocridad de esta esfera. Todo es distinto. Todo es desigual. Entonces, porqué no huir de los gritos
agonizantes ante lo malo, lo malo del humano.
Ella,1:
La noche. Regazo de sabiduría,
regazo de calma. Su mutismo me auxilia, te auxilia a las rajas de lo cotidiano.
No escuchemos más lo maligno, lo diabólico de este globo. Mira…mira como se desinfla,
roto de temblor.
Las manos de ella, una luna, unidas a las manos de la otra
ella. Temprano, es temprano y se hunden en la homogenización de sus manos, de
sus ojos, de sus cuerpos llevados por la marea. Lejos, muy lejos, donde la
escoria de la existencia no las agote, no hagan de ella cenizas en las brumas
que desorienta de la luna. La luna, la
luna llena, emanando cuajarones plateados de que quizás mañana será un mundo
mejor.
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