sábado, junio 22, 2019

El naranjo...






Ella lo explora, conversa con el aliento de sus ojos moviéndose al son de la brisa de una tarde de verano. Ella lo mira, habla abrazada a su tronco volviéndose mujer de árbol, mujer de la vida cuyas singladuras besan la paz. El naranjo esta rebosante en su espesura de soles, de soles que dan luz a un universo sibilino, misterioso. Ella se ve reflejada, soles diminutos alumbrando distintos planetas en el caos del cosmos ¿Cómo serán esas vidas?, se pregunta. Cómo será el recorrido hecho existencia de los seres pisando sus tierras, sus mares. Porque tienen que tener mares y tierras, piensa ella. La tarde asoma calurosa con el retorno de un verano más pegajoso , más abundante en temperaturas inciertas. Ella siente calor pero su admiración por ese árbol le arrebata todas sus sensaciones. Embelesada sube hasta una ramificación donde lo leve de su peso no la hace caer al foso de la nada. Ella maravillada al estar ahí, en una rama donde los soles pueblan lo desconocido, medita.
 Soles.
Tardes espesas
Y lo desconocido.
Y lo entrega
De mi corazón
En la verticalidad
De tu olor.
Ella huele, se perfuma de naranjas y baja. Otra vez en el suelo lo mira, mira lo grandioso que es. Él , el que se enraíza en las profundidades de la tierra rompiendo en los arroyuelos que lo acompañan. Ella no se cansa de observarlo, de examinarlo, de sentir el respirar profundo de sus entrañas. No, no estamos solos en la oscuridad, cuando vaga la noche lenta entre mis manos, entre nuestras manos.
Noche.
Búsqueda de parajes extraños.
Encuentro con el negror de tu hábito
En la reconditez hechizante
De tus manos.
Ella se sienta, apoya su espalda en el macizo tronco. Un cosquilleo le ronda, hormigas se asienta en sus piernas, en sus brazos, en su rostro. Le da igual y entonces silba al ritmo de la brisa, al compás de la noche hospedada en sus ojos, tranquilos.
¿Estás ahí?
¿Duermes?
Te estaba llamando a ti.
Sí, a ti.
Esferas coronadas de jugosas naranjas
Dando brío a tu corpulencia.
Ella cree, ella quiere creer que no estamos solos cuando los astros destellan   en el firmamento. Cuan hermoso somos, somos resonar sigiloso de lo perfecto, de lo imperfecto de este mundo, de otros mundos. Y si es así, no tocar ¡No¡ Todo fluye al ritmo enigmático de los sueños cuando el adormecer nos acoge en su regazo. Todo fluye en la danza entregada a las hogueras venideras donde entregaremos nuestra alma para la libertad de nuestras pisadas, de nuestras huellas dejadas.                                                  

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