Ella baila sola indudablemente. En su cuarto, con la luz de
una ventana que da un jardín donde rosas secas dan lumbre a sus ojos. Ella,
camina con hoja en manos temblorosas por el paso de los años hasta su mesa.
Ella, se sienta y mira el ayer con cierta anécdota difusa, cambiante,
paralizada en la claridad de sus ideas. Su vida…Uhm…su vida. Todavía no está
agotada pero ya comienza el silbo de la dejadez de los amigos, de esas fuentes
que fueron su inspiración, de esos hechizantes regalos que con solo la palabra,
el abrazo acentuaba su sonrisa. Su cabello cano le cae hasta los hombros, sus
ojos de un azul transparente pero luminoso aun le entusiasma cuando mira al
frente y un espejo le cuenta del tiempo ido, del tiempo acumulado en sus años.
No se siente vieja y por ello ella baila sola, con los instantes capturados en
su soñar despierta. En un cajón de su mesa, sus poemas. Poemas descendientes
del sutil encanto de la luna. Los pone encima de la mesa y los repasa. En un
momento un suspiro de libertad y de paz encadena su pecho y otra vez se mira en
el espejo, más joven, más movida por la inquietud de seguir respirando el aroma
de sus rosas secas. Y ella baila sola indudablemente. En su cuarto, con la
puerta cerrada, mirándose al espejo. No
le extraña que tras de ella de repente surja una figura fugaz y se vira. Y ella
no baila sola indudablemente. En su
cuarto, con la luz de una ventana donde rosas secas dan lumbre a sus ojos, con
la puerta cerrada. Todavía tiene su camisón de lunares rojos puesto, todavía el
día no ha termino de despertar. Sobre su mesa, los poemas. Regresa a ella cuando aquella figura
asexuada, desconocida, misteriosa desaparece en un humo azul en espiral hacia la
ventana que da a un jardín donde rosas secas dan lumbre a sus ojos. Y en voz alta y con ganas y porque le da la
gana lee un poema, en su cuarto mientras ella baila sola indudablemente.
Temprano
Ramas balanceando a la
vida
En un rincón de manos
unísonas.
Un canturreo
Aves embarcadas en sus
destinos
Ciertos, muy ciertos.
Un baile
En la insonoridad de
las palabras
Llevadas por las olas.
Ella baila sola indudablemente. En su cuarto, las horas son
túnel que la lleva a otro lugar, otra estación donde los raíles oxidados de un
viejo tren la hacen subir. Se sienta, con la luz de una ventana que muestra un paisaje acelerado, frondoso al
principio y luego árido y luego frondoso. Así, continuamente. No hay nadie en
ese vagón, solo, sus pensamientos y sus ojos que miran a través de los
cristales sucios. Y despierta y se ve frente a ese espejo sentada en su mesa,
con poemas en sus huesudas manos. Ella baila sola indudablemente. En su cuarto, con la luz de una ventana que da
un jardín donde rosas secas dan lumbre a sus ojos.
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