Miro los edificios que se asoman al balcón. Todavía la
madrugada es ese olor a humedad que me acorrala en los sueños…Los sueños , sí
estaba presente yo y …para que explicar más. Solo el sonido de una lluvia
tardía de este invierno que se va me enamora, me hace lucir con mis ojos
abiertos ante una hoja en blanco donde su nombre se condesa en la verticalidad
de mis manos. Hace tiempo que este
encuentro de mis sueños y yo no abro mi diario. Lo leo y lo releo y un cierto
temblor me emancipa de la realidad. Qué
penosa es la soledad de los cuerpos cuando a solas, cuando sus palabras se ven
rociada se sequedad. Cierro este diario donde en verde, en azul se pronuncia su
nombre. No sé cómo he podido escribirlo. Francamente me mezo en la deriva de
mis sentidos, me dejo ir corriente abajo hasta llegar al inmenso océano donde
todo se diluye, todo se pierde. El camión de la basura me entorpece, escucho su
ronronear mientras estoy aquí, frente a una hoja en blanco. Todavía tardará el
sol en ser elocuente sonoridad, mientras, mi razón se pierde en los jardines de los
sueños. No, no escribiré más, tullida
con la pesadez de los años cojo mi bastón. Un perro ladro, paseo temprano entre tanto la
lluvia cautiva el callar de la madrugada. Y me vuelvo asomar, aun las nubes presas de
las aguas manipulan mis ojos…mis ojos bien abiertos. Y quisiera ver la muerte de la luna, y
quisiera que la última estrella me saludara. Porqué no, los buenos días como rosas
frescas donde percibo su aroma. La
lluvia se aquieta, entonces, una esfera candente viene a mí y los nubarrones se
han largado. Mi intimidad y yo hacemos un juego , fijamente la pienso, la
encuentro en el espacio donde los sueños la encontraron y me expansiono con la
tonada del quizás, del todavía, del tal vez…
No hay comentarios:
Publicar un comentario