CARTA 4
Querida madre ¿Cuántos seremos? No lo sé. Está noche
en la que te escribo es por qué no he dormido. Me he quedado mirando las
estrellas infinitas que brillan ante tanta oscuridad. Camino y camino y esto
parece no acabar. Cada día más y más. Existe un cierto silencio roto por
alguien que en su agonía desprende desgarradores gritos ¿por qué madre? No, no
quiero saber lo que le ocurre, la pena ya pesada hace de mí una frágil paloma
de la nada, una pesada verticalidad que a veces se dobla pero vuelve a
levantarse para continuar. Estoy aquí madre observando el universo y mi mente
corre deprisa, muy deprisa. Pensamientos tranquilos de vez en cuando,
pensamientos terribles es lo más. Lo del
agua ya se ha solucionado, ha llegado cierta ayuda de no sé dónde, no conozco
este mundo. Pero de seguro que volverá a fallar y si no vendrán más desgracias
por otras causas. Y me pregunto madre ¿más desgracias que la de estar en medio
del desconcierto, del dolor, del sin saber hacia dónde vamos? Madre, no quiero
caer, ya verás como llegaré, ya verás como pronto nos veremos. Hoy, en esta
noche, no quiero dormir, no quiero soñar, no quiero respirar calmada. Me agito sin más, pero cuando observo esas
estrellas que a veces desaparecen fugaces me doy cuenta de lo pequeño somos.
Alguien me ha dicho que son las almas de los muertos ya que ahora dan luz
cuando la oscuridad nos abraza. Yo quiero creerlo así. Hasta luego madre, ya sabrás más de mi, de
todos. Yo sigo aquí, esperando el amanecer de este crudo invierno donde las
estrellas parecen que me hablan
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