CARTA 9
Me gustaría saber de ti. No sé si hice bien en marcharme y
dejarte ahí, en la penumbra de la respiración, en los tiroteos y bombardeos
cuando la sombra de la luna se esconde a cambio de la muerte, de la sangre
incesante derramada. Me llegan noticias confusas, con motas de una esperanza
que se pierde, eclipsada por la tontería humana. Yo aquí detrás de la alambrada. Tu
protegiéndote de esa batalla que no termina. Me da pena, ya eres muy mayor, que
no sientas la luz de la felicidad en tus ojos. Sé que aun vives, es un
presentimiento que tengo madre. Por ello, te escribo y escribo, no me canso.
Algún tendrán que abrir estas puertas del miedo y caminaremos sobre calles
silenciosas, sobre calles bulliciosas de viveza, sobre calles donde niños
juegan con normalidad sin el temor a ser asesinados. Aquí al menos no tememos
eso. Solo , pequeños altercados ante el infortunio, ante las rotas ilusiones.
Estamos solos, muy solos. Eso me produce cierto amargor, cierto dolor incesante
que atraviesa mi estómago, mi corazón ¿Dónde estará el corazón de los que nos
rechazan? Sí, marginados en las esferas de la frialdad. Te dejo madre, voy a
dormir con mi pequeño. Sí, ya lo llamo mí pequeño. Ay, qué injusta es la vida.
No comprendo, no cruza mi entendimiento esto que está sucediendo ¡Por qué¡, me
pregunto y no llego …no llego madre. Mañana intentaremos formar una escuela en alguna
zona de este refugio penoso, doloroso. Entretener a los niños , a las niñas es
nuestra función, con cualquier enseñanza. Una enseñanza libre para que
aprendan, para que sean valientes, para que sepan luchar ante las inclemencias
de esta vida. Hasta luego madre, no sé qué destino tendrán estas palabras que
escribo pero de seguro y te repito que te llegarán cuando la calma sea claridad
en las entrañas de los demoniacos guerreros del mal. Llegará la paz, no hay
otro camino. Se darán cuenta de la estupidez humana en ser hijos de la matanza,
de la autodestrucción ya sea por el motivo que sea.
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