CARTA 10
Querida madre, dentro del cosmos que nos rodea la luna
aparece en toda su plenitud, redonda, con deje gris que me deja embelesada.
Esas noches no duermo, solo siento el latir corrosivo de gemidos ¿Qué habrá
pasado? Me pregunto en este refugio donde todo es desorientación, donde todo es
desorden, donde todo es casos. Le doy un beso en la frente a este pequeño que
duerme junto a mí, tranquilo, aislado de las corrientes malvadas del día a día.
Soy su protectora y me gusta madre. Sí, ser escudo de alguna venida del mal.
Solo el tiempo dirá nuestro destino. Quizás estemos toda nuestra vida aquí
madre, un poblado de gente huída que se estanca en lo más extenuante, en lo más
severo de la tierra. Me armo de coraje y continúo. Sí, miro esa luna bella que
nos mira. A veces siento la necesidad
del desobedecer, del coger e irme de aquí, saltar la alambrada, destrozar ese
muro que se yerta ante nuestros ojos agotados. Miro la luna ¿qué misterios
guardará? Y le pregunto qué será de nosotros. No me rindo madre, aquí sigo
esperando…esperando la abertura de esa alambrada. Aunque el invierno se ha ido
el frío es repelente, asqueroso. Y miro la luna madre, ejerce cierta atracción
que me lleva lejos, muy lejos. Ideo un mundo ideal, un mundo movido por la
fuerza de la paz e igualdad. Que yo sé madre que nos rechazan por no ser de
cómo la sangre que corren por sus venas. Somos extraños para ellos. Pero déjeme
que no te cuente penas. Hoy escribo bajo la luna, una luna que no nos abandona,
que sigue nuestros pasos. Yo soy fuerte, no estoy enferma madre pero los
lisiados, los ancianos ¿llegarán? Y le suplico a esta luna con toda su grandeza
y pura que nos ayude a nuestro final del camino…tan largo, tan duro, tan
violento, tan cruel, tan oscuro. Me despido madre, cuando volvamos a vernos nos
abrazaremos y cantaremos aquella canción que tanto te gusta.
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