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Deus ad jutorium meum intende. La
lluvia era torrencial a eso del mediodía. El abad desde su celda concurrió a
las campanas dando la orden del rezo, de ese ofrecimiento a Dios de todos los
monjes estuvieran lo que estuvieran haciendo. Era la hora sexta, hora donde
todos con sus quehaceres oraban. El abad de aquel pequeño monasterio llegadas
las noticias de la aldea no muy lejos suplicaba por la cordura de los que la
habitaban y más para el cura que los guiaba en su comunión con Dios. Se sentía en
la pena, baldío, envejecido. Umh, como le gustaría que todos se enterasen que
la naturaleza había enviado la muerte oscura, esa epidemia que iba gangrenando
a cada uno de ellos. El sabía dónde estaba la cura, quien podría pararla. Respice,quasumus,
domine, super hane familiam tuam. Proqua Dominus noster Jesús Christus non
dubatavit manibus tradi nocentium, et crucis subiré tormentun… Y
cómo llegar se preguntaba, como hacer
para que aquellas siete mujeres de los siete riscos fueran sanadoras de esa población. Esa población
ofuscada por la palabra hipócrita, por la idolatría, por la locura de la
religión. En su rezo pedía perdón por ese estado inconsciente de una aldea
dislocada, destartalada. María, madre de gracia. Madre de
misericordia defiéndenos del enemigo en nuestra última hora. Cuando terminó
de orar se arrodilló frente una pequeña ventana de su celda. Desde allí el humo
resquebrajaba sus sentidos. Todos los cenobitas del monasterio lo sabían. Una catástrofe
estaba matando a los aldeanos, a ese pueblo entre los siete riscos de las siete
mujeres. La peste toma acción en su
detrimento, su fallecer, su decadencia, su caída. Una mezcla de cuerpos
quemados y hojas húmedas penetra en su pausada respiración. Umh, se dice para sí
mismo inspirar y espirar hasta que la calma acuchille su estómago. Meditabundo
mira el crucifijo sobre su camastro la luz de la virgen , de los ángeles rebota
por las paredes de su cuarto. Umh, se siente observado por la salvación, por la
idea precisa para erradicar la muerte oscura de esas gentes.
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