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Ah, ya estoy aquí, en
mi aldea ¡Ciudadanos¡ Pueblo mía, salid. Salid aquí donde la ejecución será
eminente. Tengo que hablaros, contaros. Todo esto tiene que acabar. Las
malditas hechiceras con olor invisible,
con una maldición callada nos han llevado a la confusión, a un enfebrecido
sudor que nos acorrala ¡Basta¡ Y grito ¡Basta¡ Tenemos que pararlas ¡Detenerlas
en su afán de destrucción, del mal¡ Los jardines
del infierno borraran sus secuelas. Ah, ¡Ciudadanos¡ amigos míos, las cazaremos
como batida de lobas que dan nauseas con sus colmillos . Sí, vosotros no veis
sus colmillos pero yo lo sé, sé que los tienen arrebatados de sangre. Quieren
acaban con esta aldea y ser ellas resonar del poder ¡Venid¡ ¡Venid a mí¡ No me
veis, el insolente insomnio ante las tétricas maldades de estas nos no dejan
respirar, nos asfixiaran hasta que nuestra lengua sea arrancada ¡Ciudadanos¡
Pueblo mío, venid. Ir preparando las antorcha para cuando la noche llegue a
nosotros y ascenderemos a esos siete riscos al encuentro de esas. Mujeres
mundanas, mujeres violentas, mujeres embrujadas en las artes de la magia negra
¡Ciudadanos de este mundo¡ Miradme, mirad como estoy , como están ustedes. El
terror mordiente nos azota y hay que acabar con él. Preparad en el centro de la
plaza las hogueras para cuando sean cazadas. Qué el rumor pase de unos a otros,
todos iremos a esos siete riscos donde Lucifer las oculta. Y así llego el cura
a la aldea, cubierto de barro y desolación, con un quejido que hizo que todos
se arremolinarán a su derredor. Los más creyentes tiritaban de pánico, aquellos
que la fe los cegaba a las palabras de este hombre. Los que no, lamentaban los
gritos, estos no querían la muerte de las siete mujeres de los siete riscos. Y
seguía , y seguía…preparad todo para la noche sin luna venidera, azadas,
cuchillos, espadas, lo más dañino y amenazante que tengáis en mano. Todos
pueden ir, incluso los más pequeños para que vean la verdad ¡La verdad de Dios¡
Repetir conmigo ¡La verdad de Dios¡ No, su estado era anormal, su blancura verdina
los asustaba, sus gritos desesperado los atormentaba. ¡Muerte ven¡ arrímate a
esas malhechoras mujeres y estrangúlalas ¡Sí¡ quemarlas, que no quede rastro de
ellas. Por los sietes riscos arrastraremos sus cuerpos de serpiente hasta aquí,
hasta esta plaza donde el fuego las espera y solo serán cenizas. Barrer y
barrer ese jardín marmóreo de la mala fortuna en el saltar de sus ojos huecos
ante las llamas. Así será, Dios mío…así será.
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