martes, diciembre 11, 2018

LOS SIETE RISCOS...14


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Ah, ya estoy aquí, en mi aldea ¡Ciudadanos¡ Pueblo mía, salid. Salid aquí donde la ejecución será eminente. Tengo que hablaros, contaros. Todo esto tiene que acabar. Las malditas hechiceras con  olor invisible, con una maldición callada nos han llevado a la confusión, a un enfebrecido sudor que nos acorrala ¡Basta¡ Y grito ¡Basta¡ Tenemos que pararlas ¡Detenerlas en su afán de destrucción, del mal¡  Los jardines del infierno borraran sus secuelas. Ah, ¡Ciudadanos¡ amigos míos, las cazaremos como batida de lobas que dan nauseas con sus colmillos . Sí, vosotros no veis sus colmillos pero yo lo sé, sé que los tienen arrebatados de sangre. Quieren acaban con esta aldea y ser ellas resonar del poder ¡Venid¡ ¡Venid a mí¡ No me veis, el insolente insomnio ante las tétricas maldades de estas nos no dejan respirar, nos asfixiaran hasta que nuestra lengua sea arrancada ¡Ciudadanos¡ Pueblo mío, venid. Ir preparando las antorcha para cuando la noche llegue a nosotros y ascenderemos a esos siete riscos al encuentro de esas. Mujeres mundanas, mujeres violentas, mujeres embrujadas en las artes de la magia negra ¡Ciudadanos de este mundo¡ Miradme, mirad como estoy , como están ustedes. El terror mordiente nos azota y hay que acabar con él. Preparad en el centro de la plaza las hogueras para cuando sean cazadas. Qué el rumor pase de unos a otros, todos iremos a esos siete riscos donde Lucifer las oculta. Y así llego el cura a la aldea, cubierto de barro y desolación, con un quejido que hizo que todos se arremolinarán a su derredor. Los más creyentes tiritaban de pánico, aquellos que la fe los cegaba a las palabras de este hombre. Los que no, lamentaban los gritos, estos no querían la muerte de las siete mujeres de los siete riscos. Y seguía , y seguía…preparad todo para la noche sin luna venidera, azadas, cuchillos, espadas, lo más dañino y amenazante que tengáis en mano. Todos pueden ir, incluso los más pequeños para que vean la verdad ¡La verdad de Dios¡ Repetir conmigo ¡La verdad de Dios¡ No, su estado era anormal, su blancura verdina los asustaba, sus gritos desesperado los atormentaba. ¡Muerte ven¡ arrímate a esas malhechoras mujeres y estrangúlalas ¡Sí¡ quemarlas, que no quede rastro de ellas. Por los sietes riscos arrastraremos sus cuerpos de serpiente hasta aquí, hasta esta plaza donde el fuego las espera y solo serán cenizas. Barrer y barrer ese jardín marmóreo de la mala fortuna en el saltar de sus ojos huecos ante las llamas. Así será, Dios mío…así será.


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