domingo, noviembre 25, 2018

LOS SIETES RISCOS. ..6


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Y todo era temblor, tanto , que los árboles emanados en la misma aldea desprendían sus raíces de la honda tierra y caía, tanto, que las hojas desparramadas a ras del suelo agonizaban en un llanto  de sangre. Los rostros se paralizaban y estáticos miraban al cielo. Un cielo inmutable, sereno, con el los filigranas solares deslumbrados los ojos abiertos de terror de las gentes de ese pueblo. Se abría la superficie pero nadie caía muerto en sus fosas, solo el temblor.  La culpa los espantaba, los escandalizaban. No se movían sino dejaba que la mañana dejara como de costumbre de estremecer sus tullidas seseras. Sí, la culpa. Se sentían pecadores ante la iglesia, ese gran iglesia construida en medio de esa especie de ciudad. Cuando acababa, todos, con la celeridad de sus almas adulteradas iban a ella. A esa iglesia de siglos donde seguro que con sus rezos de rodillas los salvaría un día más. Entonces, por una de sus columnas salía el cura, el sabedor de todos los hechos y tempestuoso declamaba una oración. “ Por la fe de Dios, nuestro dios, nuestro padre nos reunimos aquí como verdad de la purificación. El os perdona, os salva de cada pecado cometido mientras sigáis con la promesa de profesar sus reglas, sus palabras ¡oh Díos¡ perdona a estas personas , personas que algún mal han cometido y por ello perdónalos ¡Alabanza al señor¡ nuestro Dios. Ya podéis ir tranquilos, la calma viene con el perdón ¡Alabanza al señor¡ Todos con la cabeza gacha murmurando la oración “ Alabanza al señor, que nos pernode. Cual mía …culpa mía”. Cada cual iba a sus labores, esos quehaceres propios  como si no hubiera pasado nada, como si ese perdón los aliviara por esa jornada de una aldea destinada en una isla en medio de los océanos, rodeada por los sietes ricos de las siete mujeres...




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