Los lamentos aparte,
desconocido para estas siete mujeres de los sietes riscos. Se sentían conformes
con las pisadas dadas cuando su vida se abriga de la aldea, de la gran aldea.
Ellas seguían con el tarareo inacabable con el paso de ese amanecer tan pletórico
para cada una de ellas, como si nacieran
de nuevo enroscadas a la fortaleza de lo bonancible, de lo bueno para ese estado
ahora de cárceles prendidas por cada uno de los siete riscos. El remordimiento
de cada una de sus hechos, de sus cavilaciones, de sus actuaciones las llevaba
a erupcionar como hijas de callados besos, de callados caricias a medida que
las estaciones pasaban. Sí, erupcionar con la respiración profunda de sus
sentidos, siempre, en vertical . Ausentes de la necesidad de comunicación con
cada uno de los aldeanos. Cada una de ellas sabía que se encontraban ahí, en
cada uno de los riscos al derredor del extenso pueblo. Es como si fueran vigías
eternas de lo que allí debajo pasaba. Satisfechas con cada acción del ayer seguían
con la tonada a medida que la mañana se estiraba hasta el gozo del sol en su
plenitud. Una plenitud que las llevaba a un canto unísono, un canto que hacía
siempre estremecer la faz donde ambulaba aquellos que se burlaron, que atacaron,
que manipularon para que las siete mujeres de los siete riscos terminarán así. “ Vivir, vivir y vivir. Hemos vivido tantas
cosas , tantos hechos que ahora somos hijas de sutiles palpitaciones de las
aves que nos abrigan cuando la mañana gira y gira entornos a nuestras manos
satisfechas, sensibles, emocionadas cuando despertamos y somos reflejo de los
soles guardianas en la cumbre de su alegría. Ven sol…ven. Hemos vivido tantas
cosas que ya no buscamos. Nos encontramos en las entrañas recónditas de
nuestros latidos aun visibles, aun existentes en la conmemoración de una nueva
jornada. Nosotras mujeres, mujeres hechizadas por el curso de estos manantiales
secretos. De ellos beberemos. De ellos nos alimentaremos y llegará el día en
que nuestra vida sea espejo de otras, de muchas otras. Hemos vivido tantas
cosas que el soplo de este viento del norte nos anuncia ya el mañana. Un mañana
donde las flores maduras nos recogerán con sus brazos abiertos”. Y la altea temblaba, existía un cierto temor,
miedo a estas. Sangraban de prejuicios, de supersticiones elaborada por la
propia iglesia…
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