Hambre. Un frío extremo nos azota rondado las tumbas
anónimas del sur, del norte. Mis huesos me lleva donde se desencadena el caos
de moscas. Mis ojos suplican , penan ante la mirada de un mundo intangible,
intocable. Tiendo mis manos al sol y logró un poco de tibiez. Tengo que ser
fuerte, mis hijos vendrán detrás, vendrán con la insonoridad felicidad, vendrán
con las ventiscas de un precipicio borrando sus años. Los miro y mi espíritu
tiembla impotente ante la visión de su mañana. Hambre. Aguas pestilentes que
los entregan al adiós, a una muerte que esboza una infancia perdida ¿Qué hacer?
La ayuda no llega, campos de guerras se entrecruzan y hace nuestros pasos por
la vida más cruel. Hambre, tanta, que me destierra a un rincón de una
verticalidad anulada con el paso de los años, de los meses ¡Qué se vayan¡ Sí,
el sufrimiento se alarga demasiado, estrambótico. Hambre…¡Ya no hay llantos¡
¡Ya no hay heridas¡ Vacío..
No hay comentarios:
Publicar un comentario