Sigamos.
No. Es mejor quedarnos aquí a la intemperie perdida en el
ciclo de las horas, de los momentos con el brío apagado de las olas…olas.
Sigamos.
No. Es mejor estar unidas en la inmensidad de los astros, de
un universo hechicero de nuestro estático pero vertical correr de las
acaricias.
Sigamos.
No. Es mejor estar perdidas ante tanta polución, ante tanta
lengua de alfileres en su aburrimiento, en su inutilidad.
Te escucho. Pertenecemos a un mundo aparte donde los
recuerdos nos reconforta de cuando éramos más jóvenes, más vitales y corríamos
contracorriente. Te entiendo, cansada, neutra, con la levedad del aroma de la
mar prefieres estar aquí…a solas, conmigo contemplando el concurrir de las
jornadas. Es nuestra huída particular o no. Te confirmo que estoy de acuerdo contigo,
aquí quietas, dejando pasar horas, los astros, la polución.
Sí. Confinadas al espacio de nuestros latidos lumbre de
nuestros besos, de nuestras palabras hasta el fin...y qué fin , me pregunto. Lo
eviterno se vuelve estallido de un resplandor cuando en la vida acordamos,
somos cómplices del tiempo.
Te escucho. Parece que llueve, nuestras ropas no sirven de
nada. Mira, mira allá lo lejos, son ballenas en la despedida de la tarde, en la
bienvenida de la noche, en la libertad de sus cantos bajo un océano sibilino.
Si. Nos entregaremos como agua que somos al mar, nadaremos y
bucearemos junto a ellas. Vamos.
Te escucho. Pero aún es temprano, una idea precoz que hace
caer en la desesperanza del mañana, del jaleo de despertares esbozados en una
sonrisa. No, todavía no, los dejaremos a su ritmo, nosotras tomaremos el
aliento de la vida. De esta vida muerta.
Un gato maúlla. Un perro ladra. Pardelas lanzando el quejido
de la humanidad cuando el nocturno penetra en las rocas de las olas rompientes.
Se escucha un tiro. Cristales rotos. La distorsión de una sociedad que se
vuelve vulnerable.
Vámonos. En la huída está nuestro renacer en el equilibrio.
Esta atmósfera está viciada de sangre, de ojos blancos, de corazones
estrangulados.
Si ¿habrán niños? ¿Habrá mujeres? ¿Habrá hombres? Nacidos
con el tambor que decapita todos los
sueños. Nacidos con los cuchillos que raja sus pasos a lo largo de la
existencia. No sé lo que siento, estoy cansada…da asco esos que se esconde
detrás de sus escudos de minas. La gangrena arremete contra las ciudades en la
miseria, en la muerte, en el más
absoluto silencio.
Vámonos. La tormenta está cerca, muy cerca. Una tormenta
donde la nada nos rodeara y seremos vacío. Solo vacío. Aún no quiero despedirme
de ti. Aún tenemos que cabalgar mansamente por las praderas de verdes hierbas y
subir a la cima más alta para gritar libertad, esperanza. Todo ha terminado.
Si. Me elevo y solo veo llantos desgarradores y solo veo
sangre y más sangre ¿ Para qué continuar? No merece la pena. Todo tiene que
cambiar, dar un giro a la visión de los otros. Sí, los otros, los que con sus
combates y guerras exterminan los inocentes.
Vámonos. Ya es hora.
Sí. Ya es hora. Atravesaremos el espejo que nos refleja y en
su opacidad seremos ajenas a este turbulento designio de estas tierras pero,
estarán las murallas de fuego, de veneno, de elocuentes navajazos para quien
intente ¿Existen las fronteras? Solo en las miradas torpes, absurdas,
incoherentes
Un gato maúlla. Un perro ladra. Pardelas atravesando a
trompicones una frontera que a la luz de su sombra no existe. No. No existe. El
mar tan lejano, tan cercano. Ballenas lanzando gemidos cuando la luna se
evapora ante tanta y tanta penuria. Tal vez exista la magia, una magia que
lucubre sobre la existencia como benefactora del bien, de la paz. Mientras,
ellas, siguen oteando el horizonte donde
las ballenas lloran.
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