miércoles, agosto 01, 2018

Quizás...


Quizás te recuerdo o quizás mi memoria se ha cegado. No entiendo. Vienes a mí y me saludos, como me hubieras abrazado en el ayer. Sin embargo, perdona, no te hallo, no te encuentro en los latidos hondos de mi corazón. Será el olvido o no, será alguna secuela muda en el ahora. Se me ha caído un botón de la camisa y no me he dado cuenta, tal vez, tu también seas parte de ese botón. La desmemoria no me desmoraliza, presiento algo nefasto en tu mirada, en tu sonrisa. No, no me gusta. Ese afán de la comedia protagonizada por la negatividad hacia los vientos que da lumbre a otros, a otras. No, no me vengas con bobadas ¿Estás hastiada, aburrida? No es asunto mío, yo sigo el ritmo de las jornadas que me brinda un nuevo amanecer. No, no te recuerdo. Más, no lo mereces. Te me aproximas y me besas y me abrazas y me sonríes y te tomas un café amargo. Amargo como tu existencia en consideración a los demás. Yo no tengo necesidad, no me comprendes, no tengo porqué colmarme en críticas destructivas para edificar mi cumbre. No sé nada de ti, tu de mi todo. Será mi demencia, mi sordera hacia el rito de agujas contra los demás. Déjame pasar por favor, te lo pido. No me hechizan tus grotescas palabras detrás de tu velo confuso, airado, enviado por las fuerzas del mal al equilibrio. Mira, otro amanecer y tú sigues mirándome y sigues sonriendo y sigues abrazándome ¡Apártate¡ ¡Déjame en mi silencio¡ Lo prefiero, aislada en una nube de espejos reflejando las caricias de bondad en vertical, de la palabra cierta, de la mentira abatida por las balas del callar. Cojo una toalla y me asomo y ahí el gran dios océano, el gran jardín azul donde pasearé en sus profundidades, como siempre, a la misma hora.

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