La frontera de los sueños no está lejos. Anímate, vamos a
por ella. Cortaremos con nuestras manos desgastadas, ásperas las alambradas
cortaremos al son de los vientos de la luna.
X: ¡Danzad cuerpos desnudos¡ ¡Danzad cuerpos secos¡ ¡Danzad
sobre la sed, el hambre, la sangre que os castiga¡ Por qué, me pregunto y danzo
cómplice de sus alientos, del sudor frío envuelto en las neblinas de sus pasos.
Tirito. Grito. Y mis ojos se yerguen ante la ventisca del miedo. El miedo de
ellos…sí, de esos que andan detrás de la alambrada. ¡ Mirad¡ ¡Mirad mis manos¡ caídas,
indefensas, inocentes. No, no comprendéis el estar yerto bajo heladas de
vuestro regocijo…Qué fácil una sonrisa, yo no la he perdido, aun sigo con el tiritar
débil de la luz. Todavía hay luz, todavía hay vida.
Y: La hoguera se enciende y nos da lumbre. Ahí, la frontera,
cercana, palpable pero intocable. Somos gentes sucias para ellos. Sí, para
ellos que andan detrás con sus cascos, con sus armas. Y, sin embargo, mi arma
es la voluntad de respirar, de continuar. Y, sin embargo, mi casco son esos
seres queridos, la libertad, la paz. Y, sin embargo, danzo en el vacío de este
largo invierno, en el rito de una mirada que pena.
La frontera de los sueños no está lejos. Anímate, vamos a
por ella. ¡Luna¡ ¡Luna¡ No , nos vigiles, escóndete hasta que hayamos pasado,
no nos delates. Son muchas estaciones
vagando a ras de la oscuridad, a ras de la miseria, a ras de batallas inacabables
¡Luna¡ ¡Luna¡ No, nos vigiles, ya estamos llegamos llegando, compadécete de
nosotros, te suplico…te suplico que me dejes soñar aunque sé un pequeño
instante antes de la muerte. Sí, la muerte harapienta, la muerte acosadora, la
muerte aterradora, la muerte de muchos por verte, por tocarte.
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