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El universo vino en su búsqueda
como luz tiznada por el oleaje tranquilo.
El niño, como estrella fugaz desapareció más allá de ese horizonte
cerrado a los demás, a los que hacen daño.
La mujer de arena ensimismada se acarició su vientre yermo y tomo aliento,
un aliento que la llevaba por las callejuelas de esa ciudad que censura su
visión, su conciencia censurada a la realidad que se mostraba en la mayoría de
sus hijos. Continúo en su soledad y
silencio al encuentro de pasos perdidos por el casco antiguo. Con su entereza y
la ayuda del viento, del viento iba en
su muerte alentando viveza a quien pudiera ofrecer su ayuda. No lejos, después de girar en una esquina,
una mujer, una mujer embebida en la venta de su cuerpo por unas horas. Una mujer destronada de la isla por salvar
sus paredes, su techo en el ritmo cotidiano de madre. Una madre escondida, una
mujer valiente, una mujer que a pesar de su trabajo sus sentidos se orientaban
el amor a sus hijos, a su familia, a sus amigos. De noche se transformaba, era metamorfosis del entre la veracidad de su yo y prostituta cuando el túnel oscuro era cuerda
floja donde el equilibrio la mantenía. La mujer de arena andaba a pasos suaves,
calmos. Desfigurada aquella mujer ella se puso ante ella.
-
¿Qué haces?
-
Aquí esperando. No me quites el tiempo. Dime si
quieres algo o no.
-
No. Solo que dejes de vender tu vida, tu cuerpo.
-
Pero qué carajo dices. Anda con está. Lárgate,
tengo que mantener una familia. Bueno y yo porque he de dar explicaciones.
Venga…venga. Dime si quieres o no, me entiendes.
-
Vamos.
-
Vamos ,¿a dónde?
-
Se hace tarde y me he de ir. Tal vez , un nuevo
comienzo.
-
¡Estás chalada¡ ¡Lárgate que me encharcas el
trabajo¡
La mujer de arena la
envolvió en una nube de calima. El viento soplaba más fuerte aún, mucho más de
lo habitual. La prostituta de rimen esparcido en sus mejillas, de ojeras que
funden un alma fatigada, una mirada ofuscada en la belleza , con unos tacones incrustándose
en los adoquines se desmayó. Entonces,
la mujer de arena la recogió, en ella la pesadez de aquel cuerpo derruido en los
años, en el castigo y en el rechazo de una ciudad donde todos duermen ajenos a la verdad ¡Ay la
verdad¡ La verdad está en las cloacas del insensatez, de las luchas perdidas
para ser vertical en el día a día. Ella, condición vendida por unos billetes
para elevar la vivencia de sus hijos alejados de toda aberración, de tanto y tanto dolor. La llevó
allí, donde todos habían partido tal vez para volver o no. Dejo que el siroco
se la llevará lejos, muy lejos. Donde el amor abultara en su condición de
existir. Donde la levedad de la angustia se focalizará
en lo propio. Una mujer entera, pesada en el devenir de los años, las
estaciones en convivencia a ras de la armonía. ..continuará
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