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Estática, intocable, precisa,
nostálgica. Ella en el desierto, bajo el techo de un firmamento luminoso
callado…muy callado. Ella erguida, continuando con sus pensamientos a la sombra
de una tierra baldía, de una tierra erosionada a lo largo de los siglos. Ve pasar caravanas de camellos cuya dirección
desconoce solo el sentido de su errar como habitantes del desierto. Se aleja de ellos, no quiere ser vista. Ella,
mujer desnuda, con tez de canela y cuerpo de canela. Ojos deambulando los
secretos de su yo. El ayer no vale, es falso. El hoy, un paso hacia las fronteras
inexistentes en ese lugar. Ahí han caído, ¿Cuándo caerán las otras alambradas
del poder? Luchamos por una esfera más justa, más armónico, donde los pianos
sabores de las palabras nos haga sonreír o sino calmarnos. Sentarnos bajo alguna
vieja vivencia y ser recorrido eviterno de la paz. Que una llovizna sutil nos
emancipe de toda helada en nuestro corazón.
La caravana ya no es visible, hasta en el más hostil de los lugares
existe vida. Y a esta cuestión ella misma se debate, anuncia la duda ¿Estamos solos? No, nunca, es
su respuesta. Minúsculas semillas andantes de un cosmos infinito, eterno ¿Cómo serán
los otros? Más nobles, más bestiales, más nada. La incertidumbre la abate y cae
en la cuenta que está en un planeta llamado tierra…tierra de mediocridad, de
sarna que va tocando a cada uno de los que no pueden vivir en la libertad de
sus derechos. No, no estamos solos. El universo es de extensión inacabable para
atendernos a nosotros únicamente. Otras tierras similares o no, evolucionadas o
no, pacíficas o no. Ella imagina un planeta
inesperado, lejano donde quizás se reúnan las almas que ha rescatado de la
oscuridad. Donde las exuberantes arboledas
rindan homenaje a los ojos revividos de la muerte. Sí, la muerte. Ojos azocados
por el afecto profundo de la igualdad. Donde la falsedad no tiene cavidad.
Donde el diabólico mal humano no está, es inexistente. Un sitio donde para todos hay cabida donde la
fealdad de sus vidas anteriores solo sean
amagos ausentes del nuevo nacimiento. Hijos de la tierra. Hijos abiertos a condiciones paralelos como otros muchos. y,
¿si todo esto acabará? Yo solo voy y vengo, doy vueltas y vueltas remendando,
tejiendo seres de brumas, seres empozados en lodazales impertinentes, soberbios. Ella , la no vista, la no sentida, aguardó hasta nueva noche, noche de sirocos
que la llevarían , que la traerían en la más amargas de las vidas. La soledad y
el silencio. El silencio y la soledad…
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