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El niño y su fardo. El fardo y el
niño. Paulatinamente la mujer de arena fue sombra de su diminuto cuerpo,
tendría 6 años, 7 años, 5 años…no lo sabía. Se arrodilló y con su mano acarició
su frente. No, aún no despiertes. Los horrores del ayer, del hoy serán destruidos
en la danza de mis manos sobre tu cuerpo. Solo era huesos y carne. Huesos
débiles para el continuar de las auroras, carne herida, llagada por la
bestialidad negra de la razón de otros. Lo cogió en sus brazos y se levantó,
mientras él seguía aletargado. Y le dio
de amamantar, su sangre de inmediato circulaba por su persona. Y le cantó la
canción de la vida, de un nuevo empezar en la distancia de este enrarecido y
telúrico lugar. Y le dio de amamantar largamente hasta que sus ojos se abrieran con
lucidez del nuevo camino. Y le cantó ,
“Hoy las estrellas te besan,
Te siguen en tu insonoridad.
Las mareas del ayer
Se retuercen, se eclipsan
En sus terroríficos oleaje.
Y ahora eres tú.
Tú y los otros iguales
Que con sus danzas y alegrías
Calmarán la sed
Calmarán tu hambre
Calmarán tus heridas.
Hoy las estrellas te besan”
Dejo al niño como estaba, en la
lentitud de la madrugada sus ojos la miraron y cierta gracia le hizo. No quiso
hablar solo se desperezó y se yerto sobre sus piernas. De la mano se marcharon. De la mano se
evadieron de las bofetadas de esa ciudad. De la mano se encontraron con el
océano. De la mano ella le habló y le habló. De la mano él seguía callado. De
la mano se desprendieron. Un gorrión malherido que reinicia su sendero. El
sendero de la inocencia. El sendero de la alegría. El sendero retornada a un
vientre para la luz del nuevo amanecer.
“Hoy las estrellas te besan,
Te siguen en tu insonoridad.
Las mareas del ayer
Se retuercen, se eclipsan
En sus terroríficos oleaje.
Y ahora eres tú.
Tú y los otros iguales
Que con sus danzas y alegrías
Calmarán la sed
Calmarán tu hambre
Calmarán tus heridas.
Hoy las estrellas te besan”
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