martes, mayo 15, 2018

LA MUJER DE ARENA (NARRATIVA, CONTINUACIÓN) 9


9
Esboza su aliento la mujer de arena en su estado de vigía ante lo que pueda ocurrir en esta esfera. Sintió pisadas. Pisadas en ese desierto donde se hallaba aislada, meditativa, observadora. Ella en vertical acudió a sus pensamientos, a sus recuerdos, se preguntaba si no sería algún malhechor. Allí , en el desierto donde todo parecía estar sereno y equilibrado.  Contemplo la figura de alguien extraño, alguien ajeno a sus visitas, alguien nómada de ese lugar apartado de la civilización, alguien donde el dolor era impenetrable, donde el uso de sus huellas se desvanecía en la arena.  Se acercó a él y le habló con su cuerpo de mujer.
- Es de día. Tú estás aquí apartado, envuelto en tus ropajes azules evitando así este clima. No temas, yo y tú no somos murallones donde el inalado desprecio es continuo en el más allá. Somos solo dos espíritus en el intacto insuflar del viento y la soledad.
El de espaldas se viró lentamente y la miro. Una extrañeza comenzó a palpitar en sus entrañas, una rareza de hallar una mujer en el  implacable desierto. Estuvo largo tiempo examinándola, en su razón no cabía encontrar algo de vida ahí. Cuando se asentó  sus pensamientos le hablo.
- Buenos días mujer- asombrado, arropado de cierta desconfianza- ¿Estás solas? ¿Qué haces aquí?
- Por qué te de extrañar el de esta soledad. El miedo y el temblor penetran en tus ojos y no dejas de mirarme como si fuera una enemiga, alguien ajeno a tu ruta. Yo y este desierto somos hijos de la sequedad, de la erosión, del agravio, del castigo durante la existencia.
- Pero aún así extraña mujer puedes correr peligro aquí, hay muchos depredadores que pasan y se van después de hostigar a los más vulnerables y tú , que eres mujer, estás en el más oscuro de los peligros, en el más oscuro de los túneles que tal vez no hallen la luz jamás. Yo acostumbrado, con mi camello a divagar por estos lares solitarios, está es mi vida pero tu…tu, no sé,  siento desconcierto.
- Deja de mirarme. Deja que mis ojos descansen. Allí…allí , no muy lejos hay un sitio donde palmeras datileras y un pequeño manantial corre por sus venas podrás comer y beber algo para que continúes. Te acompañares, como almas de la soledad caminante del mutismo y hermetismo de éste  apartado lugar.
- No entiendo. No comprendo que haces aquí, algo me dice de un agudo dolor navega por tus manos, por tus piernas, por tus ojos callados, por tu corazón.  Seguro que no vienes con nadie ¡tanta soledad¡
-¿Tú crees que es soledad? Estamos en la inmensidad del vacío, de la nada. Pero este vacío, esta nada me complace. En su regazo me acoge y me siento bien. No te interrogues más. No me mires más. Sigue tu camino, te acompañaré hasta aquel vergel y luego la despedida.  
Caminaron y caminaron hasta enlazar con aquella minúscula selva irradiante en fertilidad. Y el bebió agua, y el comió algo. Mientras, ella, cantaba algo. Pero ese algo qué es, se preguntaba el nómada.  Aunque no entendía nada le seguía la corriente, ¿sería un espejismo?...
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