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Una plaza. Una mujer apartada de
los movimientos de la urbe. Una mujer de pelo cano con sus carnes arrugadas por
el paso del tiempo ¡Ay el paso del tiempo¡ Tormentos seduciendo sus sueños, su
despertar sordo a todo ese rededor que con su celeridad la hace a ella
estática. Y , ¿por qué? Por qué de esta degradación, de esta dejadez de sus
pisadas ausentes de existencia, de una vida. Su carro, sus cartones, su perro
honesto y cómplice de todas sus acciones. Una atmósfera enrarecida a sus
sentidos se poso en ella hacía ya muchos años…muchos. Tantos que sus recuerdos
vagabundean en la duda ¿Quién era? Qué vientre la había echado a este mundo. Su
memoria se revolcaba en la mediocridad, en una sonrisa obligada cuando alguien
la miraba ausentando su mano. La nada. El vacío. Su carro. Su perro. Era todo
lo que poseía, todo lo que abrazaba a su derredor. También por qué no alguna
limosna que caía en sus palmas de casualidad. No le gustaba pedir sino andar de
esquina y esquina, de parque en parque al son de unas horas que ella no
entendía, solo, cuando el nocturno le cerraba los párpados y la dejaba desentendida
de sus emociones ya acabadas. Pues sí, había cierto rasgo de tristeza en sus
ojillos grises. Solo se quejaba de su tos, una tos de cada colilla recogida de
la calle. La calle, su casa, techo de astros, techo de lluvias, techo de
vientos, techo de humedad. Una humedad
seduciendo sus huesos. La gente la miraba al pasar, con su carro, con su
perro, con su olor nauseabundo ante todo aquel que se aproximara. El olor de la
miseria, el olor del abandono, el olor de la vejez. Ay esa tos, sus pulmones reventados, sus pulmones
cansados, sus pulmones entregados a la muerte en la vida. Y , ¿hay vida en
ella? No. No, girar y girar sobre su propio cuerpo menudo, pequeño. Qué
cuchillos habrían sido enterrados en su persona, cuantas desesperanzan habían
cruzado su mirada infértil, cuantas rotas ganas al tropezaron en su antigua
continuidad del ascenso hasta la vejez.
Supongo, que sus espaldas pesadas, sangrantes tuvo que soportar mucho, demasiado
y ahora está ese abismo que ella no ve, que ella no siente, que ella no palpa. Solo
la dejadez….continuará
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