Mis manos, vienen con el fijo ambular a ras de mi frente.
Fría, cotidiana, con las señales las travesías de la vida. Mis manos,
elocuentes en el brío calmo cuando escala fronteras intransitables para el
pensamiento. Caminan, sangran, duelen en el más efímero de los instantes. Se
dejan cautivar por espesa hierba dejada por un invierno donde la lluvia las
nutre. Mis manos, van hacia ti, con cierto sopor, con cierta fatiga, con cierto
temor en el desvanecimiento de los sueños. Mis manos, aquí están, latiendo a
medida que el final lustra su encuentro o desencuentro, según se mire. No están desconcertadas solo, viajeras del sutil tacto con el ritmo del
silencio. Mis manos y nada más, alumbradas por ojos en vuelo vertical del
despertar, del mañana mecido por pianas pisadas.
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