martes, febrero 06, 2018

El jaleo ( escena 2)


Escena 2º
Y la hija sale. Cierra la puerta con un portazo. Escaleras abajo va, en su descenso se encuentra con anciano, un vecino del edificio.
El anciano:
Buenos días hija ¿Cómo van por ahí arriba? Tu madre no deja de dar taponazos con su voz. Un día de estos el bloque se cae ante tanto y tanto griterío. Dime ¿Cómo estás hoy?
La hija:
Aquí, como siempre, saliendo corriendo del estruendo inaguantable de mí casa. Ahí no más existe una atmósfera enrarecida por el aliento fétido de mi familia. No hay cariño. No hay cordialidad , en total, no hay equilibrio.
El anciano:
Eso es así hija. Unos nacen bajo la lumbre de la buenaventura y otros han de sufrir para conseguirla.  Ya sé que es un calvario, algo oscuro que se va tejiendo día a día. Tú no tienes la culpa, créeme y no te ofendas ¿para qué estas clase de bestias quieren hijos? No sé, no sé. El mundo anda mal, pero que muy mal. No solo bajo tu techo. Hay muchos techos descuartizados, sonámbulos en la ira. Y por cierto, ya sé que llevas prisa ¿ Adónde vas?
La hija:
Pues pensándolo bien no lo sé. En busca de un curro. Yo que sé, estoy desconcertada con la vida. Con la nada cotidiana que deja ajada mi casa. Tal vez, a ver si encuentro un trabajo para que sus lenguas se amarren.
El anciano:
Si amarrar es lo correcto. Porque callar, nunca se van a callar. Lo que deberías hacer es pedir ayuda, esto es tiránico e insoportable.
La hija :
Ayuda ¿a quién? Asuntos sociales se hacen los sordos, los huecos. Es como si yo mintiera.
El anciano:
¡La policía ¡ A ver si se acaba todo este tema, mal tema.
La hija:
¡La policía….¡ no había pensado. Pero ahora que me detengo sería terrorífico. Mi familia caería sobre mí  como tempestad en los océanos.
El anciano:
Nunca se sabe…seguro que viene bien un susto. Qué más te da a ti, están podridos.
La hija:
No sé. Tiene que haber otra manera para que en sus rostros circulo alguna sonrisa, que aunque no sea eterna los deje mansos.
El anciano:
Si hija, tienes que llamar a la policía y que se los lleven a todos. Por maltratadores tanto psíquicamente como físicamente, por hacer cenizas los pasos de sus hijos. El daño…el daño. Ese daño retozará en tu existencia hasta la muerte y entre más esfera todo será peor. Algún día la sangre correrá y entonces no podrás hacer nada. Hazme caso. Llama ya a alguien, pide auxilio o lo que te apetezca. Pero que esto finalice ya. Y tiene que ser ya, te lo digo de todo corazón, del afecto que os tengo y sobre todo a ti que eres la única sana.
La hija:
Me quedaré sola. Sola y sola
El anciano:
Y qué más da. No me ves a mí, estoy solo. Hay días que la casa se me viene encima pero luego los escucho a ustedes con los balazos sin escrúpulos y me alegro…me alegro de este silencio cuando me siento en el sofá a ver la tele.
La hija:
Bueno, ya veré. Tiene usted razón. Me voy.
El anciano:
Adiós pequeña. Verás que el mañana será mejor para ti, solo para ti. A ellos, que les den.
La hija:
Adiós. (hablando para sí misma) Sí, tiene razón….mucha razón. Ellos no son parte de mí, estamos tan distantes.  Son ajenos a las emociones que me manejan en el pasar de las jornadas. Están imbuidos en sí mismos.  La droga, el alcohol, los gritos. Los tres están marcados por tumbas caminantes en este espacio que muevo y me rodean…me rodean y siento ahogarme bajo planchas de acero corroído. La situación cada día va a peor…tanto que de un momento a otro se les pueden ir sus manos y ser cuchillo del adiós. Entonces,  yo seré culpable. Culpable de aguantar. Culpable de ignorar. Culpable de huir. Culpable de dejar que se asesinarán unos a otros. Aunque para mi , muertos están.




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