Abrí los ojos, pensativa me acurruque sobre mi hombro. Un
hombro donde la pesadez de los pasos se guarece la reconditez del despertar. Abrí los ojos y salude la nueva jornada. Gris,
pesada, angosta, carcomida de farolas que no dejan de respirar. Desde mi
ventana y de reojo observaba el callar de las arboledas, de las aceras. Abrí
los ojos, una atmósfera agradecida se precipita en el buenos días. Ahora habito en una sonrisa de raíces
palpando mi ausencia ante un invierno que se desinfla. Abrí los ojos cautivada por el rumor de un
pajarillo que se irá, no lejos, pero dejara de cantar a medida que las horas se
disuelvan. Abrí los ojos, entusiasmada, emocionada del revolcar de la nueva
aventura circulante en cada abrazo, en cada palabra alada de pacifismo, en cada
pedazo de libertad sumisa al espíritu de la brisa.
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